El poder Legislativo de Ecuador, en esta ocasión llamado Asamblea Nacional, está usando el edificio del anterior Congreso Nacional que se incendió en el 2002.
Rechazable que el poder Legislativo volviera a instalarse en Quito, a pesar que Manabí había pedido ser su sede, en justo derecho, y como un paso hacia la desconcentración del Estado.
El salón plenario de la Asamblea Nacional mantiene el mural que hace años realizó el afamado y ya fallecido artista Osvaldo Guayasamín. Ese mural es inadecuado porque lleva un mensaje que no es propio del lugar y que no representa a todos los ecuatorianos.
La obra de arte refleja una ideología socialista, protestante y hasta revolucionaria o “antiimperialista”. Conceptos que si bien son compartidos por muchos, no lo son por todos, inclusive de muchos de quienes fueron de los gobiernos anteriores y del presente.
El plenario, como máximo recinto de nuestra democracia, debe ser un lugar engalanado por elementos cívicos con tal prudencia que se genere un ambiente sin carga política o ideológica.
Un ejemplo de lo absurdo, quizás el más notorio: el mural incluye las siglas C.I.A. junto a dos manos que se liberan de cadenas, en muy clara alusión a la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos. Esto es ridículo. ¿Por qué se tiene que incluir en el plenario legislativo de Ecuador ejemplos de antipatía a otros países? ¿Acaso en Ecuador no hay suficientes elementos cívicos que resaltar?
Conviene que en el recinto sean exaltados con fuerza los símbolos patrios y los valores que representan por igual a todos los ecuatorianos. Ecuador es un país pluricultural y multiétnico, lo que obliga a crear espacios con los que todos, sin importar su ideología, religión o raza, sientan pertenencia.
Sería afortunado que los asambleístas se aseguren que en el salón plenario, que es el máximo foro nacional, exista el ambiente cívico y pluralista reclamado.
"Deben prevalecer
los símbolos
patrios"