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Libertad Regalado E.
Comida, religiosidad y muerte

Estamos a pocas horas de celebrar el Día de los Difuntos, es probable que en muchos hogares se hayan iniciado los preparativos para dedicar el primero y el dos de noviembre a recordar a quienes se adelantaron en ese último viaje. Y con mucha seguridad se prepararán comidas conmemorativas: el mote de zapallo, los dulces, las roscas de finados, el viche, greñoso; tal vez las guagas de pan y la colada morada, o algún plato especial con el cual recordar a sus difuntos.

Jueves 30 Octubre 2008 | 21:01

Este simbolismo de comida, religiosidad y muerte, está unido a las formas de enterrar de las culturas precolombinas que acostumbraban a dejar en las sepulturas, como parte del ajuar funerario, vasijas con los manjares que ellos gustaron en vida; pues desde esas épocas existe la creencia que en esa región misteriosa se vivirá de forma casi parecida a lo que es esta vida; y que la visita al cementerio, las misas, los rezos, la celebración del aniversario fúnebre con una comida especial, es una forma de mantener ese nexo. Hasta cierto punto obliga a los vivos a comportarse con un esquema predeterminado con sus muertos para que quienes les precedan actúen de igual forma con ellos. La convicción de que los vivos desempeñan un papel muy importante en el destino de los muertos hace que cada persona, para asegurarse su propio futuro en el más allá, se comporte con sus difuntos cercanos cumpliendo un riguroso y complejo programa de actos y ofrendas. Uno de estos actos constituyó Los ángeles somos, que fue la costumbre de esperarlos con la comida que les había gustado, puesto que las ánimas de ellos vendrían también en la noche a degustar de esos manjares. Por eso, había que preparar la mesa y dejarla lista hasta el otro día en que la familia comía de las sobras de sus muertos. El primero de noviembre, niños vestidos de angelitos visitaban las casas donde sabían que se conservaba la tradición, para entrar decían la siguiente frase: “Ángeles somos, del cielo hemos bajado, ábranos la puerta que queremos rezar por el alma de…” (nombraban a la persona que había fallecido). Por lo visto, esta no solo fue costumbre de nuestra tierra, sino de comunidades indígenas de Guatemala, donde durante el mes de noviembre tiene lugar la fiesta del sikin, que es un convite de ánimas. Creen que a lo largo del mes los muertos de esa familia van a llegar a visitar la casa y por eso hay que esperarlos con la más abundante y variada gama de alimentos que los dueños puedan y recuerden que era del agrado de sus finados. En el primer día de noviembre se organizan niños de diferentes barrios, andan con su costal, por todas las calles: “Ángeles somos, del cielo venimos, sikin pedimos…” Sería muy bueno retomar esas costumbres y en vez de la fiesta importada de Halloween, en cada hogar, preparar algo que nos recuerde a quienes seguimos amando a pesar de no tenerlos con nosotros. "Creen que a lo largo del mes los muertos van a llegar de visita"
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