Actualizado hace: 928 días 2 horas 53 minutos
Melvyn O. Herrera C.
¿Ecuador?

¡Ecuador!; cuando aún no sabía que era patria, mi adorado padre ya me dijo que este era el nombre de mi patria; luego, mis lasallanos maestros me lo repitieron cada día; también supe que era una línea imaginaria del globo terráqueo, tal a paralelo, meridiano y trópico; supe también, cómo y porqué el nombre histórico de mi suelo natal fue remplazado por esa palabra, y créanmelo –precoz como fui- nunca me parecieron suficientes los motivos; como tampoco digerí las sagas de Abdón Calderón y otras que constan en la historia. Pero, Ecuador se denomina mi patria a la que he amado y respetado siempre; aunque igual he considerado sacrílego el haber renunciado al verdadero nombre de nuestro país; algo equivalente a que descastadamente nos cambiemos nuestro apellido.

Lunes 19 Mayo 2008 | 21:40

“Vagamuntrabajando” por Europa, en el 97, descubrí otro “pero”: Respondiendo a la pregunta ¿de dónde eres?, diciendo Ecuador confundía al interlocutor, porque allá entienden así a la línea que pasa también por África y Oceanía, o le dan otras aplicaciones astronómicas. Ubicándolos en Sudamérica descubrí también lo chiquito que somos; dolorosamente para mí, nos saltaban de los conocidos Perú y Colombia, y al insistir, “al tiro” ubicaban a Galápagos, nunca a Ecuador, mi amada patria. Comprobé entonces mi sesuda teoría de que la novelería que produjo la Misión Geodésica Francesa, a más de un sacrilegio fue un colosal error en lo que ahora se llama “marketing”. Nuestro nombre, nuestra identificación en sí, nuestra “marca país” confunde a medio mundo, y quizás de por ahí viene nuestra falta de identidad, unión nacional y éxito. Por ello no me escandalizo cuando en la Asamblea Nacional se intenta sincerar, actualizar los símbolos patrios que se basan en rebuscadas simbologías; ¿Ya no lo hicimos bajando la tonalidad de la elevada nota musical del guerrerista Himno Nacional? ¿Y no es que somos un país de paz? Por lo mismo, desde la posición de un sencillo hombre de este pueblo, propongo: Atrevámonos también a recuperar nuestro ancestro volviendo a denominarnos como nos corresponde históricamente, aunque se vaya a molestar el acérrimo anti-centralista matemático Illingworth, haciendo notar que lo duplico en la materia como anti-bi-centralista que soy; porque a la Patria entera -y a Manabí con dedicatoria- nos han perjudicado, hasta el momento, tanto o más el centralismo del golfo que el de la altura. Manteniendo está comprobada posición, concretamente planteo: Tenemos ahora la oportunidad de corregir el sacrilegio que nuestros antepasados cometieron; reconozcámonos como nunca debimos dejar de hacerlo; honremos nuestras raíces, ancestro, mestizaje y orgullo. En tiempos de revolución profunda, denominémonos como lo que siempre debimos y debemos ser: La República de Quito. "Debimos y debemos ser: La República de Quito"
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