Quizás estén pensando que como el país tiene una reserva monetaria tan alta, ellos pueden hacer cualquier cosa porque si la legislación que crean afecta negativamente el empleo, el ejecutivo, a través del gasto público, puede compensarla. La impresión que causan es que dan por sentado que el petróleo, que es el que ha permitido alcanzar los casi cinco mil millones de reserva, nunca se va agotar y que no les importa que las empresas, con un esquema laboral mucho más rígido, mañana despidan empleados o simplemente traten siempre de contratar el menor número posible. Y que les tiene sin cuidado, además, que la burocracia crezca, sin considerar un minuto que ya es un monstruo sobredimensionado que al mismo Presidente intimida. Pero ¿cómo se espantan los capitales? Existen varias maneras de hacerlo: la legislación que elimina la tercerización es una de ellas. Legislar para cortar de un solo tajo un medio que las empresas usan para ser competitivas y eficientes porque una o varias tercerizadoras violaron la ley o hacían uso de subterfugios legales para evitar pagar lo justo a los trabajadores tercerizados, es colocar al país al margen de las corrientes que empujan el mundo al progreso; es, créanlo o no, vivir ausente del siglo 21. ¿Qué se debió hacer? Regularla, estudiar detenidamente sus defectos y corregirlos para que fruto de ese análisis salga una legislación mejorada que a la par que le otorga lo justo al trabajador no despoja al empresario de un medio que le ayuda a ser eficientes para que pueda competir con éxito en los mercados. Y si el empresario ecuatoriano es próspero genera utilidades gravables con el impuesto a la renta y con más impuestos el gobierno puede cumplir sus objetivos con los sectores más desvalidos. Al gobierno entonces le conviene que las empresas ecuatorianas progresen porque ellas son las que pagan impuestos, es decir, le permite, gracias a ellas, obtener ingresos. Y todo estado moderno lo que busca es más ingresos porque las necesidades de la población crecen en proporción geométrica. Así de simple. Y para que un gobierno tenga más renta se debe hacer lo que se hace en los países que progresan: estimular para que el ciudadano emprenda en actividades que generen empleo y crear legislación que aliente la inversión y atraiga capitales. Hay muchos ejemplos exitosos sobre esta materia en el mundo. Y a esas economías que ayer fueron pobres y hoy avanzan con paso firme por la ruta de la prosperidad hay que emular y no a las que espantan el capital.