Durante una larga temporada, hace más de dos años, solía buscar mi obligado plato de caldo de manguera por la ruta de la calle 5 de Junio, en La Casita de Irene.
Era -a mi particular paladear y humilde entender- el más rico y suculento (jugoso, sustancioso y nutritivo, todo esto significa suculento) de todos los caldos de manguera que en el mundo morcillal se haya preparado jamás. Pero un día, dejaron de ofrecerlo y yo me alejé de la Casita (¡Sniff!). Ahora -la semana pasada, exactamente- me topé con Roberto Alarcón (y su tío, mi pana del alma, El Negro Hugo, musicman de respeto y el hombre más positivo de la vida) y me contó, Roberto, que en Casa Vieja, su flamante local de Olmedo y Córdova, iba a reponer el plato manguerudo, cada sansábado. De modo que me fuíme, el sábado pasado, y me comíme un plato del plato que me deléitame y, la verdad sea dicha, estúvome delicioso. Y suculento. De paso, enteréme de que cada día, de lunes a sábado, entre las 8 de la mañana y las 2 de la vespertina, ofrece variantes variaditas de varios manjares variados que no se quedan varados por lo que vale ir tempranón: seco de chivo, los lunes; fritada, los martes; hornado de chancho, los juerves y sanviernes; y así. Además de bien servidos desayunos y almuerzos. Los precios están en torno al dólar y medio, y la preparación es cuidadosa y sabrosa. ¡Vaya por ahí y güen provechos!
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