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Fernando Macías Pinargote
¿El fin de la fiesta?

Por las calles del Ecuador, sin rumbo y desesperado, camina Juan, el desocupado. A veces come, pero hay días en que literalmente se muere de hambre junto a sus hijos.

Jueves 01 Mayo 2008 | 19:44

A inicios de abril se anuncia el fin de la intermediación laboral y casi inmediatamente el industrial Pinto despide a centenares de sus trabajadores tercerizados y declara, sin inmutarse siquiera, que trasladará su empresa al Perú. El Presidente Correa acaba de anunciar que la Constituyente debe incluir un mandato que obligue a revisar los contratos colectivos públicos que contengan excesos. Se cura en salud añadiendo que se respetarán los legítimos derechos de los trabajadores. Estas son tres escenas de nuestro entorno: un hombre que clama por trabajo, unos trabajadores precarios que son despedidos por un patrono abusivo, y otros trabajadores privilegiados que, usando y abusando del sindicalismo público, se erigen en verdaderos jeques dignos de algún país exótico del medio oriente. Las principales organizaciones clasistas del Ecuador anuncian acciones combativas, pero el gobierno insiste en que sólo se trata de revisar contratos en cuyo texto algunos privilegiados ponen a funcionar toda su imaginación. He aquí algunas perlas: la herencia del cargo a familiares a perpetuidad; pago de vacaciones para el trabajador y sus familiares a los mejores países y hoteles de Europa; pago de atención médica en el extranjero; exoneración del pago de los servicios básicos; botones de oro cada cierto tiempo; sobresueldos a la carta. Y un gran etcétera. Por supuesto que ese abuso es de unos cuantos y no de la gran mayoría de sindicalistas ecuatorianos, trabajadores de lucha y de combate, que soportan, igual que todo el pueblo, la dureza de los tiempos. Por eso creo que la decisión de Correa es correcta, y son los propios obreros los que deben decirle a estos cuatro vivos que se acabó la fiesta. Las conquistas laborales son derechos obtenidos con mucho sudor y lágrimas. Pero los abusos son coyunturas de algunos oportunistas para perpetuarse en la dirigencia de ciertas organizaciones y vivir del dinero de todos los ecuatorianos. Hay que separar la espina de la rosa. Esto quiere decir que, sin tocar derechos del sindicalismo responsable y luchador, debe revisarse y terminarse con aquellos abusos que son un verdadero insulto para los trabajadores, para Juan el desocupado y para los tercerizados de Pinto, que hace quedar tan mal al verdadero empresario de este país. Saludamos la lucha eterna de los trabajadores por construir una sociedad más solidaria. Rechazamos el privilegio de quienes han estado acostumbrados a esquilmar al Estado con la venia de gobiernos complacientes. Derechos sí, abusos no. "Hay que separar la espina de la rosa "
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