La cosa parecía ir de maravillas, el sábado 19, allá en el ágora de la Casa de la Cultura, en Quito. De pronto, chiss, zuáss, pum, plaff, cataplún, se armó la tracamandanga y tuitito el mundo echó a correr en salvaguarda de su vida. Lo que sucedió fue que un importante número de fans del grupo rockero de los 60, The Doors, se quedó fuera de la door, oséase de la puerta de entrada al concierto, sin poder admirar a la legendaria banda, y armaron el zaperoco, mi loco. Indentonces, la chota entró a gas lacrimógeno que era un contento de llanto a moco tendido.