Son como dos hermanos los corazones ardientes del cuento, tanto supieron de agua que se ahogaron en un mar de conocimientos hidráulicos de un centímetro de profundidad. Dos mujeres con pequeña embriaguez de poderío, el gobierno las coronó soberanas absolutas de la JRH, pero un día inolvidable de abril, todavía vestida de reina, la efímera presidenta del tremendo directorio, hizo sus maletas y se marchó para siempre, se fue como la noche cuando llega el día, se fue como algo que se va y no vuelve. Renunció. Todo aquello ha terminado. ¿Orgullo femenino? No sabemos, es difícil, casi imposible, explicar lo inexplicable, y mejor lo dejamos así, en eterna situación de duda.