La convocatoria espiritual que citó a los campos santos pudo servir, también, para meditar sobre el comportamiento propio y el destino al que estamos arrumbando a nuestras vidas, a objeto de determinar el significado de ella para cada uno de nosotros y cómo la estamos aprovechando en beneficio personal, de nuestros allegados y de la colectividad toda. Porque nos debemos a una sociedad que no puede sobrevivir sin la presencia ciudadana, cuyo accionar dependerá del impulso que todos y cada uno de sus integrantes sepan imprimirle. Así, bien se haría en recordar los ejemplos de quienes están ahora en el más allá para estructurar o alinear con mayor certeza nuestras actividades futuras, con el aliciente de que los esfuerzos que se efectúen para mejorar la convivencia social, a través de la paz y el desarrollo colectivo, serán siempre aprovechados por nuestros descendientes. Igualmente, en lo material, aunque la preocupación debe ser permanente, como una constante de trabajo programático, esta fecha sirve también para notar la eficiencia administrativa de las municipalidades en el cuidado de los cementerios públicos, pues muchos de ellos son atendidos solamente en esta temporada. Y eso es un gran error, puesto que hay poblaciones en los que los campos santos son atractivos turísticos por el cuidado que reciben, la arquitectura de sus bóvedas y las plantas ornamentales bellas e inteligentemente sembradas y podadas. Aquello debería ser copiado. Tender a planificar profesionalmente las nuevas edificaciones en los cementerios para agregarles el toque artístico que cambiaría la lúgubre presencia que impera dentro de ellos.