Entre las muchas causas de muerte por intoxicación está aquella que se produce por inhalación del monóxido de carbono. Hasta aquí conozco de cerca la muerte del hijo de un periodista mientras se duchaba para ir al colegio, en la mañana; la de una perrita de una amiga que, mientras atendía una visita, decidió guardarla en el cuarto de máquinas; y, la más cercana, en Quito, de dos niños menores que se preparaban para bañarse y luego ir a la iglesia con sus padres. Conocemos por las noticias que el cuadro fue dramático, pues los padres de los menores, miembros de una iglesia cristiana, ignorando las causas por las que sus hijos y ellos empezaron a sofocarse, a vomitar y finalmente a asfixiarse, creyeron que eran atacados por fuerzas extrañas, diabólicas, y a lo único que atinaron fue a llamar a su Pastor, quien, aunque parezca caricaturesco y anecdótico, trató de exorcizarlos, con el balance final de dos niños muertos y los otros cuatro miembros de la familia hospitalizados y en la cárcel por presunto filicidio.
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