Sin información, no hay guía posible y se impone la desorientación. Incluso se puede llegar al caos.

El silencio de Juan Carlos Zevallos, ministro de Salud de Ecuador, en plena pandemia, responde, entonces, a una estrategia comunicacional equivocada. 

Después de varios pasos en falso que complicaron su gestión, se puede discutir si la decisión de no hablar e informar perjudica más o menos a la imagen pública de esa autoridad, pero, no hay duda de que es contraria a los intereses de los ciudadanos. Sin palabras, muchos no ven a una autoridad liderando. 

¿Qué es lo fundamental en estos instantes de pandemia, la imagen política de un funcionario o la orientación del país? 

La respuesta es obvia.

El silencio institucional le abre espacio a la desinformación en medio de una grave situación sanitaria, así como a las dudas sobre lo que pasa en los hospitales y el manejo de la vacunación del covid-19.

Un tema clave relacionado con la vida, necesita abundante orientación y difusión al detalle; más cuando todo lo que se hace, se ejecuta con dinero público. Es decir, doble razón para que los ciudadanos exijan con derecho, conocer qué es lo que pasa y cómo pasa.

Es verdad que hay silencios que dicen más que mil palabras, pero también hay los que son cómplices, los que enferman, e incluso, existen, los silencios que se vuelven socios de funerarias.