Ese otro Manta vive en el sur, en la periferia. Al pie de la Ruta del Spondylus se halla El Aromo. De ese pueblo y otros partieron en las décadas 70 y 80 del siglo anterior familias enteras a probar suerte en Venezuela. Muchos han regresado en los últimos años con las manos vacías, como Mariana Chávez, porque la crisis se ha ensañado con la tierra de Bolívar.

Un par de kilómetros más allá de El Aromo se encuentran Rolando “el chileno” y Carmen en su hostal. Esta pareja loca y soñadora organiza funciones de teatro y música los fines de semana y hasta una chimenea tienen para dar calor a los visitantes, en las noches frías en el corazón del bosque húmedo de Pacoche.

Y está Ligüiqui, a la que la reconocida revista National Geographic en septiembre le dedicó un artículo. Entre otras cosas hace hincapié en los seis kilómetros del corrales marinos que se extienden por la línea de costa y que fueron construidos por la cultura Manteña hace más de 700 años. Con Ligüiqui cometemos el error  de no ponerle a veces los dos puntitos (diéresis) arriba de la primera u.

En el sur se halla Pacoche, San Lorenzo, Santa Rosa, El Abra, Santa Marianita, La Travesía. Falta agua potable, alcantarillado y transporte. Para tener internet, en algunos lugares, hay que subirse a las lomas. En el sur se encuentra el faro, hay venta de corvina y bollos, se siembra la paja toquilla y el maíz. El miedo de los pescadores por los piratas que los azotan en altamar es una conversación de todos los días.

En el sur vive Gustavo y sus 200 perros, a los que no puede casi alimentar porque necesita cinco mil dólares mensuales. Están los jubilados norteamericanos que dejaron la vida frenética de sus países en busca de tranquilidad.

Esta es una parte del sur de Manta y ese sur también existe.