Actualizado hace: 931 días 11 horas 49 minutos
John Solís Rodríguez
Ecuador y la necesaria revolución

La democracia ecuatoriana tolera la corrupción de una forma casi natural. El populismo nos acostumbró a asociar escándalo con política, al punto que cada mentira, cada viveza o abuso, constituyen un modus vivendi, en el que todo fin está justificado.

Miércoles 30 Septiembre 2020 | 04:00

Nos sorprenden la corrupción institucional, el nepotismo, el testaferrismo, las redes clandestinas que se valen de sistemas cada vez más perfeccionados de robo y engaño, pero ¿nos sorprenden las coimas a los policías de tránsito?; ¿nos sorprenden las palancas para ingresar a un empleo o para pasar un examen?, ¿nos sorprende cobrar en exceso por un bien o servicio?, ¿explotar laboralmente a un trabajador?, ¿hacer los deberes de los hijos?
¿No será, más bien, que nuestro sistema político y sus dignos representantes son el resultado de la sociedad y no a la inversa? Sí, precisamente de esa sociedad de pensamiento colonial, en la que conviven la discriminación económica, racial, el regionalismo, el consumismo desaforado. 
Si es que nuestros líderes son resultado de esa sociedad y de una élite enquistada que ha dominado la política como un negocio rentable, tal vez sea necesario enfocar nuestros esfuerzos en cambiar la sociedad por abajo, por la educación, y no por arriba, por el Gobierno.
Podríamos comenzar por plantearnos un contrato social mandatorio, que incorpore un amplio debate de diferentes sectores ciudadanos, que establezca objetivos nacionales basados en modelos educativos sostenibles, experiencias de otras realidades que pudieran servirnos; incorporar propuestas que rebasen el desarrollo del conocimiento persé y eleven la práctica de valores que pretendemos instaurar como sociedad.
Y no, no se trata únicamente de incorporar la materia de cívica en la malla curricular, esto merece pensar en una respuesta más profunda: si hoy día la viveza criolla y el abuso, la tajada y el robo son el statu quo, ¿qué valores éticos pretendemos que lo sean en el futuro?
Deberíamos incorporar modelos integrales, holísticos, que rebasen las premisas del beneficio particular, gremial o familiar, que busquen una revolución educativa inclusiva, basada en nuevas prácticas, producto de una auténtica reflexión social y su propósito de enmienda.
Si no pensamos en estos cambios, no nos sorprenda que el próximo presidente llegue con su gallada, asegure que se “ha rodeado de los mejores ecuatorianos”, los ubique en puestos clave y volvamos a la rueda de molino.
 
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