A mi edad, conociendo lo mejor de la vida, llego a vosotros por medio de este “pan espiritual/intelectual”, El Diario, para rendir pleitesía a varios artistas manabitas que refulgen con luz propia en el firmamento musical: César “Chicho” Castro Camacho, con su rondalla magistral y su requinto; Manuel Montes, director y mentalizador de las fabulosas Nenas; Oscar Bolívar, Chávez genio multifacético; César Montes Villegas y su estudio de grabación FAMA; los extintos doctor Eduardo Brito Mieles, el licenciado César Maquilón Vera, ingeniero Alberto Cedeño Dueñas, Tito Macías padre y su hijo en Manta con los genes biológicos y artísticos del insigne maestro Filemón Macías: La Tejedora Manabita; doña Elizabeth Mera de los fantásticos Hermanos Mera y su bella hija La Toquilla, entre otros y otras insignes glorias de nuestra tierra y del mundo.
También quiero exaltar la labor proactiva y señera del doctor Hugo Matías Ramos Sornoza, del licenciado Regner Álava y del abogado Milton Elías Macías, que como maestros de ceremonia y presentadores de programas televisivos y radiales se destacan con virtudes propias.
Pido disculpas por la omisión de otros excelsos valores que existen en los bucólicos parajes de la geografía provincial.
Todos ellos y ellas crean e interpretan canciones que hacen vibrar gratamente las íntimas fibras de quienes tuvimos y tenemos el privilegio de escucharlos. La armonía y el ritmo de sus voces nos cautivan en cada una de sus intervenciones logrando que los cuerpos y las almas tiemblen sutilmente de felicidad esplendente.
Las variantes en sus tonalidades metálicas impactan el espíritu aflorando candorosos y románticos recuerdos haciéndonos olvidar las penas y los temores y hoy más que nunca para que el estrés de la pandemia del COVID-19 se diluya.
Viviré agradecido de Chicho Castro y de Manuel Montes al darme el privilegio de grabar con sus voces y arreglos el pasillo de mi autoría Dulce Idilio, junto al sutil y maravilloso pasillo A Ti, del eximio poeta coronado Vicente Amador Flor Cedeño.
Este disco sencillo, grabado en el estudio FAMA de César Montes Villegas y con el piano de Oscar Bolívar Chávez, conjuga lo material y lo espiritual, abrazándonos con el infinito y prístino amor.
Escuchar estos dos pasillos deleita a los oyentes con momentos de fascinante delirio al disfrutar la música nacional que no tiene parangón.
Bien vale reconocer el esfuerzo de estos connotados artistas que de seguro ya han trascendido el tiempo y el espacio en forma inconmensurable y sempiterna.
La gloria que me han dado César, Manuel y Oscar de hacer compartir mi modesta inspiración con la del excelso “cantor de Portoviejo” no tendré como pagárselas jamás.
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