Él viajó de Riobamba a Manta en plena pandemia  del coronavirus debido a que su esposa está embarazada y quería que estuvieran juntos. 

Floresmilo está casado con la mantense Lorena Vélez, desde hace tres años. 

Ambos viven en Riobamba, pero la familia de Floresmilo vive en el Oriente del país. 

Por motivos de trabajo, él debió viajar  a otra ciudad y le pidió a su esposa que se trasladara a Manta para que no estuviera sola. 

Lorena partió un día antes de que el Gobierno declarara el estado de emergencia por el coronavirus, un 15 de marzo. 

Los días pasaban y la pareja se comunicaba por llamadas. 

Lorena le decía que lo extrañaba y Floresmilo no quería estar un minuto más sin ella.

Tampoco pensaba perderse el nacimiento de su hija si las restricciones duraban hasta agosto, fecha del nacimiento. 

Pasaron un mes sin verse, tiempo suficiente para que  a Floresmilo se le ocurriera la idea de viajar a Manta en bicicleta, porque buses no había. 

Los primeros días no le dijo nada a su esposa. Le prestó una bicicleta a su hermano, cambió las llantas, los frenos; compró una bomba para dar aire y junto a un primo diseñó un remolque para llevar las maletas. 

Él tenía en mente que sí lo iba a lograr. 

Toda su vida ha hecho deportes, le gusta caminar, practica vóley y el ciclismo no le  era  desconocido.  

Pasó un día y medio preparándose, hasta que el 6 de junio se decidió y salió de Riobamba. 

Fueron cuatro días de viaje hasta Manta, donde nunca dejó de pensar en su esposa e hija. Eran su motivación. 

El primer día se “sacó el aire” pedaleando.

Incluso debió subir una pendiente de siete kilómetros caminando, arrastrando la bicicleta y el remolque. 

Pasó por pueblos y ciudades, recintos y calles que parecían interminables. 

En la ruta saludó a niños que lo seguían en sus bicicletas y lo veían como un ejemplo. 

Había gente que le preguntaba a dónde iba y cuando escuchaban su respuesta se quedaban incrédulos.