Los planes de reconstrucción apuntaron hacia otros frentes y los recursos que generó la Ley de Solidaridad no se canalizaron en su totalidad a la remediación de las afectaciones que dejó el sismo. Parte de ese dinero se utilizó en asuntos tan alejados de la emergencia como la construcción de vías, la instalación de laboratorios, la reparación de naves militares y la contratación de personal para escuelas.

Los hospitales de Manta, Chone, Pedernales y Bahía de Caráquez todavía son una aspiración de los ciudadanos, lo mismo que la reconstrucción de los cuarteles bomberiles y otras obras urgentes.

Cuatro años después, la pandemia mundial toma a Manabí todavía con hospitales móviles, con casas construidas a medias y con negocios que nunca pudieron recuperarse porque la reactivación no pasó, para muchos, de una promesa.

Las autoridades y representantes de la provincia deberían unirse para pedir la atención del Gobierno, que tiene una deuda con los manabitas. Manabí podrá levantarse por la voluntad de su gente, pero si no tiene apoyo será un proceso lento y difícil.