a epidemia ocasionada en todo el mundo por el coronavirus tomó a Ecuador con recursos limitados en salud y, en consecuencia, con escasa capacidad de maniobra, debido a los recortes que hizo el Gobierno en un área tan estratégica.
Tales recortes son los que, por ejemplo, no han permitido la construcción de los hospitales en Manabí, a pesar de que se destruyeron por el terremoto del año 2016, ni la terminación del Hospital de Especialidades de Portoviejo, que ya sobrepasó el lustro en ejecución. En contraparte, se priorizó la construcción de parques y vías, y la reparación de vehículos militares.
Esos mismos recortes en el presupuesto disminuyeron la cantidad de médicos y obligaron a los familiares de los pacientes a gastar dinero en medicina, análisis y consultas particulares, aun antes de esta crisis.
No puede ser que mientras se bajaba la calidad en la atención sanitaria, se destinara más dinero a propaganda o compra de armas. Se pensó en reducir el tamaño del Estado a costa de servicios elementales como educación y salud.
Lo ocurrido debe servir de lección. Es momento de replantear prioridades y la salud es la más importante a estas alturas. Las personas no merecen morir en las salas de espera de hospitales saturados de enfermos, ni hay derecho a poner en apuros a los familiares porque faltan insumos en los hospitales.