Una vez más, la vida nos pone a prueba para demostrar qué tan fuertes somos. Solo en los últimos cuarenta años, los manabitas hemos enfrentado fenómenos El Niño muy fuertes, sequías, marejadas, dengue, cólera, dos terremotos, mancha blanca y la chikungunya. Ahora la vida nos pone al COVID-19 y nos enfrenta a un sacrificio desconocido: el distanciamiento físico.
Aislarnos es muy difícil porque los seres humanos somos sociables, expresivos, nos gusta vernos y reunirnos con nuestros amigos. Además, en la Costa, nos gusta usar el espacio público para compartir, sacar una silla al portal y hablar con las vecinas, aunque sea para comentar la novela o los chismes del barrio. También nos gusta salir a pasear, ir a la playa, a los parques, mirar vitrinas, en fin, mirar la vida pasar. Son maravillosas esas costumbres, tan nuestras y tan útiles porque está demostrado que cuando la gente se apropia de las calles, las ciudades son más seguras. Además, compartir los espacios públicos nos une como individuos y nos cohesiona socialmente.
Ni en nuestras peores pesadillas imaginamos que una crisis mundial nos obligaría a permanecer en nuestras casas, ni los desafíos que esto implicaría como individuos y como sociedad. ¿Cómo está viviendo usted estos días de aislamiento? Seguramente tiene una lista enorme de cosas que hacer para estar ocupado y evitar el aburrimiento; probablemente ya se peleó con un miembro de la familia, ya vio cómo cambió su humor y ya se vio todos los capítulos de la serie que más le gusta.
Estar aislados físicamente significa estar más cerca de nosotros mismos, significa valorar el “no hacer nada” y eso, a veces, nos aterra. Estamos acostumbrados a estar ocupados y a mirar más afuera que adentro, a estar más informados de lo que les pasa a los demás que de lo que pasa en nuestras familias. Los adultos sabemos qué les gusta comer a los niños, pero pocas veces nos detenemos a preguntarnos qué queremos comer nosotros. Sabemos qué equipo de fútbol nos gusta, pero pocas veces nos preguntamos si fue un gusto adquirido socialmente o si realmente fue una elección propia. Miramos el éxito de los demás, pero pocas veces nos sentamos a pensar en nuestra propia definición de éxito.
Durante estos días, tenemos la gran oportunidad de pensar más en nosotros mismos, de valorar a los amigos, las reuniones, los vecinos y los espacios públicos de la ciudad que ahora no podemos disfrutar. Distanciarnos físicamente nos desafía a parar, a escucharnos, a reflexionar y ojalá, a cambiar para contribuir de mejor manera a construir una sociedad más justa para todos.