Actualizado hace: 935 días 21 horas 32 minutos
“Algo huele mal …”
“Algo huele mal …”
Por: Childerico Cevallos
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Domingo 18 Agosto 2019 | 04:00

No es emergente abrir las calles con las que pretenden dar la puñalada final al legendario aeropuerto Reales Tamarindos de Portoviejo.

El icónico e histórico campo de aviación, por cerca de medio siglo sirvió con eficiencia a los pasajeros que arribaban a sus modestas pero seguras instalaciones, así como a quienes partían a otros puertos aéreos. ¿Pruebas? Ni un accidente aviatorio durante su funcionamiento.
Y cuando se ejecutó la traición para inhabilitarlo, la estadística global de uso relativo, en comparación con otros aeropuertos, estaba en crecimiento, según estadísticamente aseguró su último administrador, Armando Alcívar. Mucho más, el Gobierno recién había extendido y asfaltado su pista y taxiway, invirtiendo varios millones de dólares.
Y en esta situación llegó la orden del iluminado mandatario de la década del abuso, para cerrar esa puerta del progreso y de emergencia para la provincia, con riesgo a la seguridad de los manabitas al excluir a Portoviejo del mapa de la aeronavegación internacional.
¿Por qué se lo cerró? El presidente de la prestidigitación fue inducido a tal barbaridad por malquerientes de la capital manabita, lo que no fue sorpresa, como tampoco fue la mínima resistencia local por defender esta preciada obra, que cualquier ciudad del mundo desearía poseer y conservar con orgullo.
Mas, se anuncia peor acción: la destrucción final de aquella pista que con cierta rehabilitación puede volver a prestar su invalorable servicio, pretextándose una conectividad vehicular cuya prioridad no ha sido comprobada.
Inconcebiblemente, el verdugo sería el ente obligado a defender los recursos de la ciudad, como es la corporación municipal, teniendo como fanáticos ejecutores a sus principales administradores.
Si mal no recuerdo, se desconoce acción municipal alguna realizada en estas dos últimas administraciones tendente a demandar al Gobierno explicación del cierre del aeropuerto, la exhibición de estadísticas oficiales justificativas de factores negativos existentes.
Es que no los hay. Solo la orden del fugitivo expresidente por la cercanía del otro aeropuerto, que fuera recibida con genuflexión vergonzante y continuada con sospechosa insistencia por confundidos en los conceptos de modernización y desarrollo, que amasan un encumbrado proyecto a implementarse sobre las cenizas del Reales Tamarindos.
Y si no hay factores contrarios a la funcionalidad del aeropuerto ¿por qué la insistencia en desaparecerlo? Como en Hamlet: “Algo huele mal en Dinamarca”.
 
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