Fuimos al mercado central municipal, ahí donde hay un descontento de los mercaderes porque el municipio no hace nada por resolver la informalidad en las calles, y compramos un pollo donde la señora de siempre, la que antes veíamos en el segundo piso exhibiendo el producto en el congelador y que ahora encontramos abajo con los pollos sobre la mesa.

LLegamos a la casa y guardamos las compras en la refrigeradora, como siempre. Al otro día el pollo del almuerzo estuvo bueno, pero con un olor poco común. Al tercer día era poco digerible. 

Es la primera vez que pasó, lamentable que la señora pierda un cliente, lamentable que las autoridades le den poca importancia a la situación del mercado. El problema es visible, la gente no entra porque afuera hay comerciantes, compran desde los carros o a pie y evitan entrar al “elefante blanco”, que se hizo con nuestro dinero.

Ahora los señores con vandejas parados en las veredas y caminando de un alado a otro volvieron a caotizar el tránsito vehicular y peatonal.