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Presidentes manabitas
Presidentes manabitas
Por: Roberto Baquerizo Carbo
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Domingo 23 Junio 2019 | 04:00

Dos ejercieron la presidencia entre 1895 y 1916, Eloy Alfaro Delgado (1895-1901 primer período y 1906- 1911 segundo periodo) y Leonidas Plaza Gutiérrez (1901-1905 primer período y 1912-1916 segundo periodo), ambos generales de la Revolución Liberal, conocida en el tiempo como Alfarista.

 Sus ideas  universales – libertad, fraternidad, igualdad - que inspiraron la revolución francesa,  prendieron en el país e incentivaron la iniciativa de los individuos actuando dentro del marco de la ley. Manabí es parte de la historia revolucionaria, tiene que continuar siéndolo, aportando con sus mejores hombres y mujeres a la conducción del país.  

Hablemos ahora de Eloy Alfaro D.  Asume el poder el  5 de junio de 1895, luego de que el presidente interino Vicente Salazar fuese derrocado por las fuerzas revolucionarias, recordémoslo. En el mes de septiembre de 1895  entró a Quito, los quiteños pudieron apreciar su figura apacible, lo que les dio confianza y llenó de sano entusiasmo al punto tal de que el “Viva Alfaro” se comenzó a corear. 
Se unió al liberalismo a los 22 años y levantó armas contra Gabriel García Moreno. Regresó para luchar, junto al general José María Urbina, en Jambelí. Apoyó al general Veintemilla, a cuyo gobierno se unieron algunos liberales, decepcionado decidió combatirlo, sus tropas fueron las primeras en cercar Guayaquil.  Luchó contra los presidentes Borrero y Caamaño, por sus años de  haber combatido al conservadurismo es conocido como el Viejo Luchador. 
Sus obras fueron abundantes, la más nombrada la construcción del ferrocarril que unió la Sierra con la Costa. En donde más énfasis puso fue en lo social, construyendo importantes centro educativos: Mejía, Manuela Cañizares, Juan Montalvo, Militar, Escuela de Bellas Artes, escuelas normales y nocturnas, lo que le permitió poner en práctica la educación gratuita; dando el derecho al voto a las mujeres  impulsando su incorporación  a la vida pública; legalizando el divorcio; mejorando y organizando el Ejército, dando justicia a los marginados; instaurando la  libertad de expresión; en lo económico organizando las finanzas públicas… no era socialista.
Nunca hay que perder de vista la matriz turbulenta del proceso para entender mejor, no necesariamente justificar, las acciones que se emprendieron para establecer el laicismo en el país. Desde la óptica liberal, la curia, que regentaba escuelas y colegios, para la educación de niños y jóvenes, constituía una amenaza, por lo que a más de ver formas de que disminuyeran su influencia en la educación se estimaba necesario que se retiraran del país y sus bienes incautados. 
Desde el momento del triunfo hasta su muerte hubo agitación y convulsión.
 
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