Pero primero los antecedentes: En África existía el país de Sudán, por años colonia de una potencia europea. A la salida de esta potencia las diferencias étnicas, culturales, religiosas, etc., se hicieron presentes, dando inicio a la separación del país. Separación que creó división, dolor y muerte. Más de dos millones de personas han muerto en esta guerra que duró desde el 2013 hasta el 2018.

La semana pasada, el papa Francisco invitó a las autoridades a un retiro espiritual de dos días.

Al final tuvo una reunión con ellos. Les dijo: “les pido como hermano que permanezcan en la paz. Lo pido con el corazón”. Luego se acercó a cada uno de los gobernantes y besó sus pies. Uno de los mandatarios quiso evitar ese gesto del papa; sin embargo, el pontífice con voz serena, pero firme, le dijo “Permítame” (besarle los pies). Pensé en Jesús lavando los pies de sus discípulos. No digo que el papa sea Cristo, pero su gesto de humildad me cuestiona si yo también he perdonado y he servido a quienes deberían hacerlo como Cristo lo hizo.