No se necesita partir de un estudio científico, basta con el sentido común y de la lógica social, para darse cuenta y percibir en el ciudadano de a pie, inclusive en los círculos denominados medios y altos de nuestra sociedad, el aumento del reproche a las actividades políticas partidistas en la “república banana”, lo cual no dejó de reflejarse en el actual proceso electoral del 24 de marzo 2019.
A pesar de que el porcentaje del ausentismo, blanco y nulo, no varió mayormente, no hay que descartarlo, eso también tiene que ver con las “elecciones obligatorias”. No reconocer que un alto porcentaje solo lo hace por el certificado, es auto engañarse democráticamente así mismo.
Parece ser que lo grave de este jubiloso panorama es la despreocupación de los dirigentes de la clase política de Ecuador, ni siquiera se inmutan. Se hacen los desentendidos, están concentrados en el reparto del poder, no se avizora algún pronunciamiento, ni idea, ni plan para que la ciudadanía retome la confianza en la democracia. Esto es lo preocupante. ¿Será a propósito, para seguir manteniendo una aparente “democracia” sin representatividad?
Acabamos de vivir una de las elecciones con candidatos, partidos y movimientos más dispersos, que han roto récord en cuanto a la gran cantidad de participantes, lo cual, sin duda, no le hace ningún bien al fortalecimiento de la democracia. Una cosa es la mayor participación de candidatos y otra es obtener una mayor representación de los electores, al menos más del 50 %. Lo primero es muy sencillo, los requisitos son los menos exigentes. En el otro caso, es llenar enormes vacíos de desgobiernos y desconfianza política.
Seguimos no aprendiendo de los ejemplos de democracia en el mundo, donde son fundamentales y efectivas las elecciones primarias; en nuestro país se cumple a medias y se trampea. En la nueva Constitución y en el Código de la Democracia se estableció eso de los distritos, en el fondo fue para lograr una auténtica representación de los territorios ciudadanos en los gobiernos. Era injusto que una autoridad, por ejemplo solo con la votación del cantón Manta o con la de Portoviejo, a nombre de Manabí representara al ciudadano de Paján o de El Carmen, cuando este ni siquiera lo conocía.
En futuras elecciones seccionales debe reformarse por ley el porcentaje del más del 50 % para obtener una representación de prefecto o alcalde, incluida una segunda vuelta, igual como lo es para la de presidente. No es democrático seguir teniendo prefectos o alcaldes con solo el 20 % o el 30 % de representatividad ciudadana, lo cual quiere decir que la mayoría no se siente representada por esa autoridad. Tenemos que ir a una democracia representativa y no solo quedarnos en la participativa.
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