“Contradictoriamente, lo que para unos es motivo de felicidad, para mi amigo era causa de preocupación, a tal punto que se enfermó.

 A veces nos llegan regalos que no nos esperábamos. Y cuando eso ocurre, en algunas ocasiones, no sabemos qué hacer, en vez de alegrarnos, ver ese obsequio como una oportunidad de crecer o de que nos hará mejores, empezamos a preocuparnos.

El ser humano es tan paradójico, que cuando creemos que puede ser feliz con lo que tiene, decide no serlo y empieza a martirizarse una y otra vez. Hace pocos días conversaba con un amigo, el cual no esperaba  que nuevas bendiciones llegaran a su vida.

Me decía que no sabía cómo manejar esa situación, que tantas llamadas en la que lo felicitaban lo habían agobiado. Estaba preocupado por lo que se le vendrá, así como también por lo que dirían o harían sus detractores.

Contradictoriamente, lo que para unos es motivo de felicidad, para mi amigo era causa de preocupación, a tal punto que se enfermó.

Le sugerí que se tranquilizara, que tomara las cosas con calma, que dejara “a cada día su propio afán” y que disfrutara este momento. Le sugerí carácter y además que aproveche el momento, pues todo es efímero en esta vida.