De los 18 candidatos a alcalde que tuvo Montecristi, solo tres fueron estrategas en campaña. El resto se quedó enterrado en el pasado. El discurso aburría, las propuestas eran pobres y sobre todo no tuvieron un potente plan de comunicación. Nunca convencieron, nunca se humanizaron y los videos que publicaban para presentar sus propuestas eran pésimos. Lo peor: escogieron en la lista de concejales a su círculo familiar. Y a los barrios donde llegaban repetían, sin argumentos, que querían enterrar el pasado. El discurso se centró, en un 70 por ciento, en hablar pésimo de los contrincantes sin sustentar sus propuestas.
Si querían aplastar a los mismos de siempre, ¿por qué no estuvieron entre los más opcionados? Simplemente porque no fueron estrategas y colocaron a sus yernos, primos, sobrinos, hijos, cuñados y amigos íntimos en los primeros puestos para concejales. El conocimiento cuesta, pero se equivocaron de asesores. Un familiar no es el mejor asesor, ni el amigo el mejor postor.