Testimonios y ceremonias. Agustín Calazacón está convencido de que la religión les ha ayudado a rescatar los valores en las comunidades tsáchilas, pero también a dejar a un lado los dogmas ancestrales.

Los antepasados se encomendaban a la diosa Mapia y al dios del sol rojo Pipua para que les otorgaran purificación espiritual; esta aún se la consigue mediante sus remedios elaborados por las plantas medicinales y los rituales realizados con cánticos del poné.

Ahora sus ceremonias pasaron a acompañar a Cristo, a la Virgen del Cisne y al Niño Jesús en las festividades del año, principalmente en la Semana Santa. “Lo que comúnmente pedimos es la unión familiar, buena cosecha y salud, doy testimonio de que sí se ha cumplido”, confirmó Calazacón.

Los tsáchilas rinden homenaje a ‘Cristo Luz del Mundo’ (‘Jamochi chumi’) en honor a la parroquialización eclesiástica. A Cristo lo representan a su manera, utiliza una falda tsáchila (‘manpe tsanpé’) de rayas blancas y negras, un tocado en el cabello y se pueden ver las pinturas en los brazos, las piernas, el tronco y el rostro, las típicas de los integrantes de la etnia. 

Esta actividad se adoptó el 4 de febrero del 2015 y es una costumbre que hace honor al Día de la Luz, de las candelarias y a la presentación de María. 

Este evento inicia con una misa de acción de gracias, después se hace el acto religioso, que consiste en el  ingreso de la escultura del Cristo. Un grupo de danzantes hace la corte de honor, mientras el resto de personas aplaude y agradece por los días de vida. Posteriormente se llevan a cabo varias presentaciones de grupos de danzas, que al son de marimbas dan júbilo al ambiente.

Además, entre agosto y octubre los habitantes de las siete comunas veneran a la Virgen del Cisne.