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Personaje
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Son las 10 de la mañana y a la ciudad le falta poco para hervir con todo y gente; el sol ha desplegado todos sus plenos poderes.

Sábado 23 Marzo 2019 | 11:00

 En las afueras del Registro Civil, del paso lateral, un mar de gente va y viene afanado por los requerimientos electorales de última hora porque el domingo es un día decisivo.

Casi nadie se atreve a interponerse entre la gente presurosa, solo un hombre de mediana edad, que usa gafas oscuras, una gorra, jean y zapatos deportivos. Se mueve de un lado para otro y, si la gente no va donde él, él va donde la gente con una frase: ¿me permite?
Se llama Walter Pico, tiene 60 años que no los aparenta por la agilidad con que se mueve y desde hace 30 está en ese ir y venir que empieza a las 7 de la mañana -cuando sale de El Florón, donde vive- y termina al mediodía, cuando regresa por donde vino siempre esperanzado en que el día de mañana será mejor y porque hay “que dejar que los chicos de la tarde también se ganen la vida”.
 
Inicios. “Yo comencé como fotógrafo de manga en el local viejo del Estadio Reales Tamarindos, luego pasé a la terminal terrestre, a Los Tamarindos y luego por acá, en este local, desde hace casi 10 años”, cuenta Walter mientras ofrece protectores plásticos para las cédulas con maneras muy protocolarias.
Luego de que las fotos en blanco y negro dejaron de ser un requisito para cedularse, se dedicó a plastificar documentos de una manera rústica pero muy efectiva: usaba una vela, la cual debía prenderla y apagarla de acuerdo a los pedidos y un tarro de sardina para lograr su objetivo.
Como a veces el negocio no era muy bueno que digamos, también se las valía para hacer uno que otro trámite. En esas andanzas logró realizar el mejor trámite de su vida: conocer a su esposa, con quien tiene 30 años de unión.
“La ayudé a renovar la cédula, nos enamoramos y nos casamos. Tuvimos 4 hijos, ya todos independientes”, dice Walter sin dejar de atender a una clientela que a veces se muestra esquiva a sus ofertas; una clientela que pregunta costos, revisa sus bolsillos y hace cálculos que no siempre le son favorables.
A toda hora educado, indica que su “salario” diario no pasa de los 12 dólares, pero eso le ha servido para sacar adelante a su familia. 
A su lado otras personas ofrecen similares servicios, pero la estrategia de Walter, de acercarse con presteza, parece ser más efectiva que la de los demás compañeros de oficio.
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