Con tales antecedentes, el 27 de septiembre del año pasado, el Gobierno Provincial de Manabí emprendió una campaña de socialización para la eliminación de sorbetes en toda la provincia, la que debía tardar un mes antes de ejecutarse, incluida la aplicación de sanciones por medio de una ordenanza creada para el efecto.

Según datos del Ministerio de Turismo, Manabí cuenta con 978 establecimientos de bebidas y alimentos,  y la disposición busca que, hasta este mes de marzo, se dejen de utilizar en la provincia entre 15 mil y 20 mil sorbetes que un negocio usa -en promedio- al año.   

Tiempo suficiente Hoy, al cabo de seis meses -incluido el mes de socialización-, aún no hay sancionados por el uso de la también denominada pajilla.

Ronald Quiroz, director de Ambiente (e) del Gobierno Provincial, tiene una explicación.“De manera positiva, a través de la campaña, hemos podido comprobar en nuestras visitas que la gente ha tomado de muy buena manera, tanto los dueños de restaurantes como la gente que los visita”, indicó Quiroz.

Pese a esta acogida, que el funcionario fija en cerca del 80% sobre todo en los cantones del sur de la provincia, el uso de los sorbetes no se ha eliminado y no ha habido sanciones.

“Este es un tema de conciencia y de conversar con la gente, por eso no hemos sido drásticos. No queremos tener un problema con la comunidad”, explicó el funcionario provincial.

No obstante de esta condescendencia con los comerciantes, el funcionario dijo que, luego de 6 meses transcurridos, ya es hora de que comiencen a aplicarse las sanciones, pues el tiempo ha sido demasiado.

rol municipal Como entidad encargada de la disposición de los desechos, el Municipio se encuentra elaborando una ordenanza sobre la eliminación no solo del sorbete, sino de otros plásticos. En ese sentido, el concejal Alexander Moreira indicó que la ordenanza ya fue aprobada en un primer debate y que ahora se encuentra en un proceso de socialización para que luego pase a un segundo y definitivo debate, sin dar detalles del contenido.

pioneros Juan Navarrete Erazo, estudiante de Ingeniería Ambiental y Recursos Naturales, recodó que fue él quien, tras recibir una clase en la universidad, se puso manos a la obra en el negocio de su padre, la Quinta San Juan.