La mayoría llega bañado, distendido. Las personas de la tercera edad lo hacen en pijama, los niños no dejan de saltar y algunos adultos se angustian porque alguna una mesa puede moverse y las fichas caerse.
Son los bingos nocturnos, una modalidad que ha crecido en todo Portoviejo, por lo que no hay barriada que no tenga una jornada de este popular juego. Así, en cualquier calle o callejón de Los Cerezos, San Cristóbal, Miraflores, Córdova y más sectores de la ciudad se encuentran los jugadores.
Byron Roldán, comerciante, señala que trabaja fuerte, y el sol, los precios que suben y suben, el calor y más factores de la vida real lo agobian. Sin embargo, tras llegar a su casa, merienda, se baña y antes de las 21h00 ya está en la barriada de Los Cerezos jugando bingo. Asegura que es la mejor terapia para relajarse.
En Los Cerezos cada noche se juega en una calle diferente, algunas tienen menos iluminación que otras, pero no importa. Los jugadores parecen gitanos ocupando las aceras y portales.
Premios. Aquí siempre los premios son víveres. Así, con completar una fila se pueden ganar libra y media de arroz, medio litro de aceite y 8 huevos en funda. “Ya tengo para el desayuno de mañana”, dice contenta María Cedeño, quien es infaltable cada noche.
A la misma hora en la calle Córdova y García Moreno los vecinos llegan hasta un portal para jugar. Ángela Vélez lleva un bolso donde tiene más de cien fichas coloridas y redonditas hechas en tagua. No usa otras. Cada vez que la anunciadora de los números los va cantando y coinciden con los de su tabla, se alegra y pone la simpática fichita. Luego de varias cantadas sale el B14 que le faltaba y entonces grita “¡Bingo!”. En realidad hizo un juego denominado “cuatro esquinas” que es cuando completa los números que están en los extremos, eso le representó un premio de 3 dólares. Luego juegan la figura L y de allí viene la letra O hasta que finalmente la ansiada tabla llena. Cada jugador tiene entre cuatro y 10 tablas, por lo que casi no respiran para no perder la concentración.
La actividad de jugar bingo en la noche tiene varios efectos, dice Clara Mantuano, quien en su barriada, cerca de la capilla, organiza los juegos.
Explica que el barrio se une, dando premios como sobres de café soluble, detergente, mortadela y todo lo que sirva para la casa.
Además pasan alegres y amenos y, sobre todo, integran a las personas de la tercera edad que esperan con ansias que llegue la noche para salir de su rutina. “Ya ni novelas veo”, dijo alegre doña Lucrecia Sandoval, quien juega con seis tablas a pesar de su escasa visión nocturna.
Otro beneficio de estas terapias colectivas es que recaudan dinero, pues el precio de la tabla de bingo, que va de 10 a 20 centavos, se va recolectando a una caja común, la cual se abre en las fiestas de fin de año y se reparte con todas las integrantes de los bingo club. Así, en el bingo de la Córdova el año anterior cada socia recibió 350 dólares, con lo cual pudo cenar y hacer compras con sus familias.