El sacerdote celebró la liturgia haciendo hincapié en la necesidad de mantener siempre una fuerte comunión con Dios y con la Virgen, su intercesora.

Luego de cumplirse el oficio religioso, los fieles avanzaron hasta la urna de cristal en donde se encuentra la imagen de la madre de Dios, para ofrecerle en silencio sus plegarias.

Amontonados en el entorno, las manos de los creyentes se juntaban para rezar o se posaban sobre el vidrio en actitud de ruego, como si fuera la última oportunidad que tenían para rezarle. Las cabezas, ligeramente inclinadas, también mostraban la fe.

Asunción Rivas señaló que su pedido era “porque tengamos salud en la familia, porque nos vaya bien y que no nos falte la comida”.

>Pedido especial. Josefina Mera, casi a punto de llorar, también dijo que iba por un motivo especial: pedir porque el esposo de su hija vuelva, pues la había abandonado con dos hijos menores, uno de los cuales estaba junto a ella.

Para el párroco García se trata de una celebración todavía más importante que la del propio patrono, San José, y que las de Pedro y Pablo.

“Pedro y Pablo es más bien una fiesta de puertas para afuera, en cambio, esta es más religiosa, más íntima, con más actos”, dijo el sacerdote, quien indicó que la tradición señala que todos los días, a partir del 1 de agosto, deben realizarse el rosario de la aurora y otras actividades.

El miércoles 15 de agosto se celebra la misa final, consagrada a la Virgen de la Asunción y a la parroquia Picoazá, en la que también se desarrolla el evento conocido como la “Consagración de las estrellas de la Virgen”.