Pero parece que este concepto en la actualidad ha quedado relegado en un segundo plano, pues pareciera que no se le presta la atención ni la importancia necesarias.  Como periodistas, a diario somos testigos del retraso con el cual inician determinadas actividades y lo que más preocupa y molesta a quienes asisten es que el atraso se debe a que la principal autoridad, quien debe poner el ejemplo, no llega a tiempo.

Y tras que llegan hasta con dos horas de impuntualidad, no ingresan al lugar donde se desarrolla el acto ya que esperan que se los reciba con todos los “honores” habidos y por haber. Si existiera la buena costumbre de iniciar puntual, las cosas serían diferentes. Las personas organizarían de una mejor manera su tiempo y podrían dedicarse a otras actividades, que de seguro estaban programadas pero deben incumplirse.