Oswaldo Zambrano no había visto las calles de Manta tan destruidas desde el fenómeno de El Niño de 1997.
Lleva 30 años como chofer de bus, y en todo ese tiempo solo se le ocurre comparar el “desastre vial” de ahora con el del 97, cuando las lluvias destruían las calles y derretían los cerros.
“En esos años las carreteras estaban horribles, se dañaban por los aguaceros y había que buscar nuevas rutas; ahora es casi lo mismo, aunque a veces creo que peor”, expresa y cita un ejemplo.
“Las paradas de buses”, dice. “Las paradas de buses no existen, ya no hay”. Y lo dice con ironía porque afirma que las paradas están allí, pero ellos no pueden encontrarlas porque deben dar vueltas y vueltas, “como los gusanitos”, expresa, “como trompos”.
Debido a eso los usuarios caminan más o se quedan lejos de sus casas y se enojan con ellos (los choferes). La gente se estresa y los insultan, y ellos insultan al municipio o a quien esté a cargo de la obra. Es una red de estrés e insultos, la madre para arriba y para abajo, cuenta.
“No exagero cuando le digo que es difícil conducir así, esto solamente se veía cuando fue el fenómeno de El Niño, pero entonces llovía, ahora lo que llueven son huecos y calles cerradas y puteadas en esas calles, muchas puteadas”.
> Desde el 2016. Oswaldo empezó a perder la noción de las paradas de buses desde hace dos años, cuando ocurrió el terremoto (16 de abril del 2016).
Decenas de calles fueron cerradas y las rutas de los buses cambiaron por la destrucción en los barrios. Luego vino la reconstrucción y continúa hasta ahora.
Dos años y tres meses después hay 40 frentes de trabajo (calles cerradas o abiertas, en referencia a los huecos) solo en el centro de Manta.
Estos son parte del plan hidrosanitario que se ejecuta con dinero del crédito de los 100 millones de dólares que prestó el Banco Mundial.
Esos 40 frentes ya no deberían estar allí para septiembre, pero tardarán más; estarán hasta enero, según Miguel Cevallos, coordinador de las obras del Banco Mundial.
La razón es que hay trabajos que requieren de más obras. Es decir, abren un hueco y la tubería no está allí, sino más allá. O hallan un problema más grave del que pensaban. También hacen pruebas de funcionamiento de las tuberías y en esas pruebas encuentran fallas que obligan a abrir de nuevo el asfalto.
Cevallos dice que lo que se está haciendo en el centro de Manta es cambiar colectores, acueductos y redes terciarias.
Todo eso implica cerrar calles, abrir otras, habilitar rutas alternas, desviar el tránsito, pero sobre todo cerrar calles.
Pero esto no se hace sin planificación, asegura el funcionario. Y con eso se refiere a que cada vez que cierran una vía la empresa contratista debe señalizarla. Además, la dirección municipal de Tránsito recibe una notificación para que envíe sus agentes. Y ellos llegan a coordinar el tránsito en grupos de dos o de a tres.
A veces hay más agentes de tránsito que vías abiertas. “Pero las quejas son algo normal”, expresa Cevallos. “Nosotros socializamos mes a mes y explicamos en qué consiste la obra. En el caso de los transportistas, diagramamos con ellos las rutas alternas”, agrega.
En el Par Vial, por ejemplo, habilitaron vías alternas para la circulación vehicular.
Pero eso no es lo que le preocupa a los transportistas. Lo que no les deja dormir es que la obra, que también estaba prevista para septiembre, ahora estará en enero.
“Y el tiempo es dinero”, dijo hace 170 años Benjamín Franklin, un presidente estadounidense.
Y los transportistas dicen estar perdiéndolo día a día con el cierre de vías. Unos más que otros, taxistas y dueños de buses.
> Quejas de dirigentes. La pregunta parece estar de más, pero era necesario hacerla: ¿Tienen pérdidas como transportistas por el cierre de calles?
Nel Párraga, dirigente de la FETUM, sonríe con ironía, con mirada seria.
Su expresión ya da una respuesta anticipada, sin embargo lo dice.
“¿Y usted cree que no?”, pregunta.
“Solo para que tenga una idea, cada unidad pierde al final del día una vuelta y esa vuelta son entre 60 a 70 dólares. Ahora multiplique eso por los 180 buses que tenemos”.
Y eso es a causa de las calles cerradas, porque ahora deben hacer recorridos más largos, lo que implica más gasolina y más tiempo. A esto hay que sumarle que gastan más llantas y más repuestos, explica Párraga.
Todo es más y más, dice. Nada es menos, nada es ahorro; solo el dinero que recaudan, eso sí es menos, afirma.
Y sí, es verdad, ellos reciben anuncios de los cierres de vías, pero eso de nada les sirve cuando se lo hace de un día para otro, señala el dirigente. “Igual perdemos dinero”, agrega.
> VÍa Manta-Colisa. Otra de las obras que se ejecutan en la ciudad y que genera problemas de tránsito es la vía Manta- Colisa.
Una arteria de 21 kilómetros que comprende la construcción de ocho puentes elevados y otros cuatro que están por definirse.
La obra comprende trabajos en las avenidas La Cultura y Circunvalación.
Esta obra fue contratada por Ecuador Estratégico el 30 de marzo del 2017 y debe estar lista el 30 de marzo del 2019.
Allí todos los días hay desviaciones de tráfico y cierre de vías.
Rosaly Cruz, directora de Tránsito dice que reciben avisos de cierre de vías por parte de todas las empresas, aunque siempre hay cambios de última hora por los imprevistos con los que se encuentran.
Comenta que con la vía Manta-Colisa son al menos 53 frentes de trabajo los que hay en Manta.
53 puntos donde se cierran calles y los agentes de Tránsito deben intervenir para evitar el congestionamiento.
Los puntos más críticos están en las escuelas, cuenta la funcionaria. Cuando se cierra una calle cerca a un plantel se forman largas colas de vehículos, fuertes atascos y eso es lo que molesta a los choferes.
Todo esto ha generado que haya más peleas entre conductores y choques.
“Hay caos por la complejidad de las vías, pero hay que tener paciencia, las obras son por el bien de la ciudad”, expresa.
Cristóbal Bailón, dirigente de taxistas, tiene una opinión distinta a la de los funcionarios municipales. Es más, tiene un reclamó para el Alcalde.
“Sabemos que es el Estado el que construye ciertas obras, pero el Alcalde es el administrador de la ciudad y debe poner orden. Nadie se hace responsable por lo que sucede. Aquí cierran vías por todos lados y nadie dice nada”, señala.
Bailón es consciente de las obras que se ejecutan en Manta y se sabe de memoria esa frase de que “el malestar de hoy es el bienestar de mañana”.
Pero dice que hay que hacer las cosas con orden, sin afectar a los comerciantes, al ciudadano común y a los transportistas.
Sí, especialmente a los transportistas, porque ellos al igual que los dueños de buses también tienen pérdidas y enseguida lanza sus cifras.
“Solo para que tengan una idea, cada taxista pierde de 10 a 15 dólares al día y somos 2.640, multiplique eso. El chofer ya no me entrega 25 dólares al final de la jornada, ahora me da 15. Además los carros se dañan, hay tantos huecos que el tren delantero termina hecho pedazos”, reclama Bailón y luego advierte que llegará un momento en que saldrán a las calles, no a hacer carreras, ni a esquivar huecos, sino a cerrarlas, pero con una paralización de taxistas.
Es que todo tiene un límite, señala.