Ese es el caso de Wílmer Rodríguez, de 30 años de edad. Todos los días, se lo puede encontrar recorriendo las aguas del río. 

Su única herramienta de trabajo es un anzuelo, compuesto por una piola de nylon y un diminuto gancho en el cual inserta la carnada (lombrices de tierra).

Pesca.  En total silencio,  Wílmer pasea por el afluente y se para en los lugares donde considera que puede adquirir buenos peces, de forma especial, las orillas. En una jornada de trabajo, de 08h00 a 11h00, puede pescar hasta 30 chames, los cuales son llevados hasta su hogar situado en el barrio Quevedo. Su familia la componen cinco integrantes. “En esta crisis hay que buscar la forma de alimentarse y mantener el hogar”, expresó Rodríguez mientras se alejaba en su transporte hacia la otra orilla del río.

Aparatos.  Miguel Morales, de 65 años de edad, y que vive en el centro del cantón, recordó que hasta hace pocos años la pesca en canoas era algo tradicional e incluso era la forma de subsistir de las familias.  Poco a poco y con la aparición de nuevos aparatos para pescar ya pocas personas se dedican a esta actividad. En la actualidad y a diario se pueden observar hasta cuatro canoas, cuyos propietarios pescan con anzuelos o bajíos. “Era algo hermoso, todos íbamos a pescar y sí que nos divertíamos”, refirió Morales.