Nació cuando los guayacanes florecían. Fue como la madera recia y fina que nunca se doblegó frente a la tristeza y alegría de la vida. Ese fue don Ruperto García Balderramo, ciudadano canutense ejemplar, que a la edad de 89 años acogió y aceptó el llamado de Dios, nuestro Padre.
Después de catorce años de su fallecimiento, bien vale recordar que sin ser profesor educó y orientó a sus hijos: Ramón Antonio, Segundo Ruperto, Mariana Trinidad, Ángela de Dios, María Guadalupe, Jacinto Asunción y Electra Mercedes García, quienes abrazaron la profesión de ser educadores.
Abrió las puertas del corazón de su hogar y dio protección y abrigo a los sobrinos menores de edad que habían quedado huérfanos de padre y madre en la ciudad de Portoviejo: Carlos Augusto, Carlos Alberto, María Teresa, Norma Guadalupe, Enna Mercedes y María Virginia. También a sus hijas de corazón, Dolores Murillo García y Segunda Cevallos Mendoza, les brindó cariño al extremo.
Amó la profesión más dulce de la vida, como fue la de vender dulces, trabajo que le permitió criar y educar a sus vástagos y actividad que no la abandonó. Por ejemplo, del 12 al 21 de noviembre de cada año asistía con la venta a la novena de la dulcísima madre y abogada Virgen del Quinche, patrona de la parroquia católica de Canuto. Y bajo su pálida pobreza les costeó educación en el área de la enseñanza, de ahí que todos los hijos lograron ser profesores ayer, jubilados hoy.
Nunca perdió la autoridad ante sus descendientes y semejantes. “Don Ruperto”, era el saludo que recibía de propios y extraños, en muestra de afecto y consideración.
Fue honrado como Padre Símbolo de Canuto, dignidad que fortifica nuestro espíritu. Sus pensamientos permanentes en lo positivo lo convirtieron en un triunfador de sueños e ilusiones. Profesaba y practicaba la religión católica, instruía en los familiares cercanos y lejanos la creencia en los santos apóstoles y en la Iglesia universal romana. Es todo un libro producto de una vida de sacrificios.
Ahora bien, Dante Alighieri, en su obra maestra de la literatura universal, La Divina Comedia, penetró a los tres lugares creados por la divina justicia: el infierno, para el castigo; el purgatorio, para purgar; el paraíso, para la felicidad espiritual eterna. De acuerdo a todo lo expresado, nuestro padre permanece a un lado de Dios, nombre sagrado del Supremo Ser, creador del universo y de Jesucristo hijo de Dios hecho hombre, nacido de la Virgen María.
La muerte de este guayacán nos deja como herencia la palabra respetada y venerada en la tierra Canuto, terruño de su creencia feliz hasta el último día de su vida.
Al dejarnos las hojas del calendario, con sus años, meses días, horas, minuto y segundos, decimos: que hombre como don José Ruperto García Balderramo, nuestro padre, debería haber tenido una “licencia” especial para vivir toda la vida.