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El Empalme
“La prostitución es como una montaña rusa”

Mide 1.72 y a sus 34 años sus curvas se mantienen intactas.

Domingo 22 Julio 2018 | 11:00

El color negro de sus grandes ojos combinan con su piel morena. Un par de cicatrices en su codo derecho le recuerdan lo duro que ha sido su vida. 

La fuerza de su voz, el blanco de sus dientes y su sonrisa coqueta atraen a cualquiera. Sus amigas de “profesión” no conocen su verdadero nombre, peor aún sus clientes. Todos la llaman “La Morena”.
Casi siempre viste con licra y zapatillas de tacón. Blusas sin mangas, en diversas tonalidades, dejan ver sus voluptuosos pechos; “son mi mayor arma de atracción”, dice entre risas.
Desde los 24 años, “La Morena” se dedica a la prostitución. Oficio con el que ha logrado mantener a su hija y ahora también a su primer nieto de tres años. 
> Vida. A los 14 años trabajó como empleada doméstica. Un día le tocó salir de esa casa. Ella contó que su jefe, un abogado, abusó de ella en varias ocasiones y  una vez que supo que estaba embarazada la echó  a la calle, acusándola de llevarse los alimentos  para su casa. 
De allí se hizo “mujer” de un hacendado, pero cada vez que este sujeto llegaba ebrio la maltrataba e incluso, estando embarazada y a punto de parir, quería obligarla a mantener relaciones sexuales.
“Cuando me faltaba una semana para dar a luz, ese  hombre, porque no quise acostarme con él, me golpeó con un palo que tenía cuatro clavos, me dañó el codo derecho y me dejó estas cicatrices”, recuerda “La Morena”. 
Luego fue a cocinar en una tabacalera (ubicada en la vía El Empalme-Quevedo), pero el pago que recibía era poco para todo lo que hacía, por último prestó sus servicios en un local de ventas de comida rápida, pero salía muy tarde y no podía cuidar de su hija, que ya tenía cuatro años y se quedaba a cargo de una tía. 
“Siempre a mi hija la encontraba llorando, me decía que la tía le pegaba y no le creía. Un día regresé temprano y comprobé que en verdad la maltrataba. A esa mujer le di una paliza que no la olvidará en su vida”, recuerda entre gestos de rabia y dolor. 
> Prostitución.  Con una hija que nadie quería cuidar y la escasez de trabajos, “La Morena”, siguiendo los consejos de otra amiga, a quien solo llama “La Gata”, decidió dedicarse a la prostitución. 
Pero no en un club nocturno o en un cabaret, sino parándose en las esquinas del centro de El Empalme (Guayas).
Allí era frecuentada por todo tipo de clientes. La mayoría de ellos, hombres que sobrepasan los 40 años de edad.
“La Morena” relata que para obtener más dinero, en la intimidad ha accedido a toda clase de situaciones, como estar con dos hombres al mismo tiempo y tener sexo con un hombre mientras su esposa los observaba. 
“Al principio me sentía sucia, indigna, pero poco a poco me fui acostumbrando y he aprendido a decir que la prostitución es como una montaña rusa que primero da temor, pero luego te enseñas, más aún cuando te da dinero”, indicó.
> Día triste.  Para “La Morena” el día más triste de su vida fue cuando su hija se enteró a lo que se dedicaba. Ella la encontró bajando de un motel (que en la actualidad ya no existe) situado en el centro de El Empalme. “Mi hija me dijo de todo, descargó su rabia e impotencia. Se fue de la casa con un tipo, a los tres meses llegó a vivir de nuevo conmigo, pero ya venía con el encargo, estaba embaraza”, indica “La Morena”.
Debido a los controles existentes, su trabajo lo realiza en una casa clandestina. 
Hasta allí la siguen los hombres, que los consigue en el centro, en el mercado e incluso en los comedores. Un domingo, que es el día de mayor movimiento comercial, “La Morena” puede acostarse hasta con 15 hombres, cada uno de ellos le paga  ocho dólares. 
De lo reunido, mensualmente debe cancelar 80 dólares de arriendo, 10 dólares por el servicio de energía y cinco por planilla de agua, el resto es para ella, es decir un promedio mensual  500 a 600 dólares le deja de productividad su trabajo.  “Veremos qué sucede cuando ya el cuerpo no me de para esto, allí veré que hago” finalizó. 
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