Estudió hasta quinto grado y cuando era adolescente estuvo unas semanas aprendiendo mecánica, pero no le gustó, y optó por limpiar zapatos porque era un oficio que le atraía mucho, dijo. Walter es uno de esos personajes que no pasa desapercibido. Siempre está de buen humor y gusta estar descalzo mientras labora.
Una vieja silla que lo ha acompañado por varios años es colocada al lado de una columna, su cajón lo pone al frente y espera sus clientes.
Comentó que en ocasiones cuando no está en su puesto es porque anda lustrando zapatos a domicilio, “por ejemplo hay abogados u otros profesionales que me piden que pase por sus oficinas”.
Es oriundo de Bahía de Caráquez y llegó a El Carmen cuando era niño. Recuerda que el parque era diferente y que la clientela era más que en la actualidad.
Orgulloso de su oficio, mencionó que los 25 pares de zapatos que por día limpia le permiten subsistir.