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Los carboneros se niegan a morir

Lunes 01 Enero 2018 | 09:00

Sin embargo, hay quienes han asociado a su vida este trabajo artesanal que apenas ha variado en siglos y que se trasmite de generación en generación.

En Los Ríos, especialmente en Quevedo, la familia Yépez-Laz se levanta antes de que los gallos canten para ir hasta el campo y empezar la larga jornada, que en ocasiones dura de tres a cuatro días, armando los hornos de leña. Desde hace una década llevan viviendo de esta labor.
Y es que ellos tienen claro que el carbón vegetal es la fuente de energía más importante de la historia de la humanidad y su profesión de carboneros forma parte de las más antiguas, por lo que mantienen los procesos ancestrales aún intactos. Así menciona la nota publicada por La Hora.
Hasta ellos no llegan las máquinas ni la tecnología, por lo que personalmente se encargan de ir a buscar los troncos de madera, tierra y aserrín; materiales con los que arman sus hornos. Por este proceso es que quedan muy pocos carboneros. Además, porque es un duro trabajo que apenas tiene compensación económica y grandes riesgos, aseguran los Yépez.
 
Su labor en detalle. Tras la recolección de la madera, el trabajo continúa seleccionando los troncos más grandes para ir armando las bases y con las más pequeñas van rellenando aquellos espacios que han quedado vacíos, el fin es no dejar huecos.
Ellos consideran que este es un trabajo donde se requiere fuerza, paciencia y habilidad. Aquí todo lo hacen a mano, asegura Julio Yépez.
Con gran destreza, los carboneros van armando su horno perfectamente cubriendo las ramas con aserrín y tierra, convirtiéndolo prácticamente en una ‘camisa de fuerza’ para que no se salga el vapor.
“Es como si el horno dijera trátame bien, ármame bien y te daré un buen carbón”, dice entre risas Gladys Laz, quien ayuda a su esposo en las labores.
Cuando el horno está terminado, su encendido es casi un rito sagrado, ya que el fuego se encarga de darle vida y la madera se cuece a fuego lento y suave.
Quienes hacen este trabajo están pendientes de los hornos las 24 horas del día, ya que requiere de gran atención para evitar que algún error que hayan cometido produzca un incendio. Además, están alertas de sellar todos los agujeros.
 
Trabajo meticuloso. El carbonero Felipe Álvarez, quien ejerce esta labor desde hace una década, señala que su labor es algo meticulosa porque los hornos miden un metro de alto por tres de largo.
Sin embargo, su experiencia le permite saber cuándo está listo el carbón sin necesidad de meter palos al horno. “Es que en el momento preciso el horno empieza a bajar”, recalca Álvarez.
Cuando el carbón está listo empiezan a apagar el fuego con la finalidad de que se enfríe y poder seleccionarlos, pero lo ideal es que el carbón esté entero, siendo el mejor resultado de meses de esfuerzo.
Se sabe de la calidad de este por el reflejo que tiene, la textura y el brillo que muestra.
Es utilizado, en su mayoría, en los mercados o en los restaurantes a un precio muy barato que, en ocasiones, no justifica la mano de obra; sin embargo, los carboneros no abandonan el trabajo porque ahí está su pasión.
Esta labor es realizada sobre todo por las personas que están dentro de la cultura chola de Ecuador, además es realizada lejos de sus viviendas debido a que puede causarle enfermedades a los más pequeños y los adultos mayores, debido a la quema de la madera que hace que el humo sea muy intenso. 
La comuna San Juan de Manta también la tiene como una de sus principales actividades económicas.
Este oficio tiene muchos años dentro de la comuna, siendo una tradición para las familias que habitan en el sector. Se estima que la comuna tiene más de tres mil personas, muchas de ellas trabajan en la ciudad mientras que las demás lo hacen en el carbón. 
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