Cuenta que su esposo trabaja vendiendo naranjas en los exteriores de las unidades educativas y solo gana cinco dólares al día.

“Es triste, nos acostamos temprano y sin cenar”, indica. La madre de familia tiene un hijo de nueve años que tiene el 74 por ciento de discapacidad, cuyos cuidados le generan muchos gastos.

“En esta fecha la tristeza invade mi corazón y es inevitable llorar”, señala Ursulina.

Escuchar y ver la felicidad que tienen varios de sus vecinos en este tiempo la hace cerrar los ojos y pedirle a Dios que le dé fortaleza para seguir apoyando a su esposo y a su hijo.

A sus 50 años, ella no sabe lo que es disfrutar de los regalos y decorar su hogar con adornos navideños, sin embargo, dice que eso nunca ha sido motivo de peleas con sus seres queridos. “Es difícil, pero no puedo quejarme con Dios.  Mis padres eran de escasos recursos y ahora yo tampoco tengo para darme esos lujos”, recordó Ortega.

> SOLO PARA CENA.  Sentado sobre una silla plástica a un costado de la vía está Alejandro Valenzuela, quien hace seis años tuvo que hacerse cargo de sus cuatro nietos, ya que su hija y su yerno murieron. Ambos hace seis años, él el 24 de diciembre y ella en enero. 

“Los niños quedaron de cuatro, siete, nueve y doce años”, explicó. 

Desde que se hizo cargo de los pequeños se ha dedicado a vender diferentes frutas en la vía para sustentar los gastos de los menores.

Cada Navidad solo manda a hornear un pollo y compra un pan de pascua, pero no ubica adornos. “El dinero no alcanza para comprar un árbol, pero tratamos de pasar unidos”, agrega.