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Desechar vanidades
Desechar vanidades
Por: Childerico Cevallos
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Domingo 24 Diciembre 2017 | 04:00

Me refiero a esa vanidad que hace olvidar que lo primordial es contar con un hogar en el que predomine el amor, la confianza, el respeto.

En el que se prioricen los valores humanos y se rechace la mentira, la desunión, la inmoralidad. Todo antes de las banalidades que empujan al cretino narcisismo.
Pero para ello hay que revitalizar el valor de la familia. Empezar a reforzar el concepto de lo que es ser padre, esposo, hermanos e hijo. Con ello llegamos a comprender mejor nuestros derechos y obligaciones y, consecuentemente, a ser mejores padres, mejores esposos, mejores hermanos y mejores hijos. 
Una lógica secuencia para una correcta consecuencia: Ser mejores ciudadanos.
Con el inconmensurable sentido de lo que es una familia surge una de las obligaciones primordiales de los gobiernos para empujar y mantener la transformación colectiva: La creación de fuentes de trabajo, plazas de empleos a ser entregadas a los ciudadanos para que desarrollen sus destrezas y habilidades. Y tengan la oportunidad de incrementar sus ingresos, de ganarse la vida brindando su vitalidad y energía a favor del desarrollo general, sustentando la sobrevivencia de la familia.
Porque el trabajo no es simplemente un derecho a la existencia, sino una obligación a colaborar con el bienestar de los demás; un deber a la retribución que se recibe en procura de la sociedad comunitaria interactiva que facilite el crecimiento sostenido y homogéneo.
Pero para que el bienestar y la seguridad sean generales, general debe ser el interés de los gobiernos en mejorar las condiciones de vida de su pueblo, especialmente para el sostenimiento de la confianza del colectivo social en sus administradores, entendiéndose como colectividad a toda la población, no solamente al sector al que el argot político-populista ha dado en llamar los desposeídos, con sentido discriminatorio para el resto.
Y esto no se logrará con la práctica electorera y demagógica de utilizar los recursos de todo el pueblo ecuatoriano, como polvo mágico, exclusivamente como dádivas sobre menesterosos, sin que tenga mayores efectos, porque quienes recibirán el beneficio seguirán acostumbrados más a vivir a costilla de otros, mientras los demás ecuatorianos continuarán lamentándose del despilfarro –en el sentido de buscar mejor inversión– de aquel dinero que también les pertenece.
En definitiva, hay que horizontalizar el desarrollo con una visión amplia y profunda de las necesidades de todos, para que la sociedad pueda erguirse pletórica de humanismo, centradas sus acciones en el núcleo primigenio que es la familia. 
Para ello, es básico el amor y la amistad, sentimientos que, espero, sean reforzados esta Nochebuena y también disfrutados mañana, celebrando con felicidad la Navidad.
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