Cuenta que la droga  lo ha transformado en un hombre violento. 

Uno de sus últimos ataques sucedió el sábado por la noche, cuando  dañó la instalación eléctrica de la bomba de agua y destruyó parte de una pared de su casa.

Por este suceso volvió una vez más a la cárcel, donde ha estado por siete ocasiones, dijo su progenitora.

Su mayor temor, agrega Lucía, es que pueda cometer algún crimen por la violencia que le genera la droga,  de la que ya han sido víctimas sus abuelos, tíos y hasta sus dos hermanas. 

“Mis hermanos y una de mis hijas tuvieron que dejar el barrio por el temor que representa mi hijo”, dice la madre.

Ella señala que ha hecho de todo por alejarlo de las drogas, sin resultados. Está divorciada y le ha tocado enfrentar sola el problema de su hijo.  

“Me parte el alma decirlo, pero prefiero verlo en la cárcel, antes de que le haga daño a mi familia o a otra persona. Por eso pido a la Fiscalía que me ayude ordenando un examen psiquiátrico que permita comprobar su salud mental, para que reciba el tratamiento médico”, dice. 

Lucía trabaja en una fábrica y en muchas ocasiones le ha tocado quedarse en casa de sus compañeras de trabajo, cuando su hijo se pone violento.