A una semana de la Navidad y de Fin de Año, pienso en todas las familias que quedaron separadas tras el 16 de abril del año 2016, día en que la provincia de Manabí fue sacudida por un terremoto que aún remueve nuestros corazones. 

Para esas familias no hay fiestas. La ausencia de sus seres queridos acompañará la Noche Buena o la Natividad. 

Pienso en todas esas familias que aún no tienen casas, que siguen viviendo en condiciones vulnerables y que sus esperanzas se agotan.

A casi dos años del terremoto, sigue habiendo hogares destrozados, niños huérfanos, padres que lloran por sus hijos fallecidos en aquella tragedia, continúa el dolor. Ojalá que este Año Nuevo llegue con esperanzas, con compromisos concretados, con casas para la gente que aún no tiene, con trabajo, con mejores oportunidades.

Que el 2018 sea el comienzo de un nuevo camino por recorrer, de una nueva meta que cumplir. Mientras haya vida todo es posible.