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La mamá de Cattleya

“Mi nombre es Isabel Vera, tengo 36 años, un esposo y tres hijos. La primera de 17 años, el segundo de 11 y el tercero de 10”.

Domingo 10 Diciembre 2017 | 04:00

 “Antes de nacer el último, la ecografía decía que sería varón”. 

El jueves 30 de noviembre, frente a 200 personas, la mayoría estudiantes universitarios de Psicología, Derecho y Trabajo Social, con esta brevísima biografía de su vida familiar, Isabel empezó un discurso sin rodeos que se convirtió en una confesión.
Esa mañana en Manta contó lo que tal vez ninguna mujer se había atrevido hasta entonces a decir en un evento en Manabí.
Algunos bebían café mientras la escuchaban, otros escribían porque seguro un profesor les tomaría la lección y muchos no quitaban sus ojos de ella.
Isabel continuó:
“Con mi esposo planificábamos la llegada de nuestro tercer hijo. Iba a compartir dormitorio con su hermano. Su ropa y hasta los juguetes serían ahora para él.
Cuando nació, los cambios inesperados se fueron dando de a poco. Al niño le atraían los juguetes femeninos y el color rosa. Los carros y las pelotas los rechazaba, le gustaban los programas de Barbie en televisión. No era para preocuparse, pensamos entonces.
Pero luego con los años se fue acentuando su parte femenina. Pensé que era gay. Fuimos a varios psicólogos en busca de ayuda hasta que en Quito, a los 9 años y después de varios test, comprobamos que el niño presentaba disforia de género”. 
Era tránsgenero. Se denomina así cuando el sexo que se le asigna al niño al nacer, según sus genitales, no corresponde con la conciencia que tiene de sí mismo con respecto a su identidad sexual.  Esto es algo diferente a la orientación sexual o sexo por el cual la persona se siente atraído.
Isabel contó que la familia decidió romper con el qué dirán y aceptar que en casa ya no hay un niño sino una niña y su nombre ahora es Cattleya.
Utilizan el mismo nombre para la fundación que han creado con su esposo. La primera actividad que organizaron fue el Congreso sobre Niñez y Adolescencia Trans en Ecuador, donde ella hizo pública la existencia de Cattleya, la niña. 
¿Por qué lo hizo? ¿Acaso no era mejor callar y que la sociedad no se enterara de Cattleya? 
Isabel responde con otra pregunta:
“¿Por qué no contarlo? Mi hija no puede vivir siempre escondida, tiene que socializar. Decidimos hacerlo ahora y no cuando tenga 18 años, porque eso hubiese significado vivir de una mentira y una doble vida. Una mujer en casa, un hombre afuera.
Buscamos que más  familias tengan el valor de apoyar a los niños que se sienten diferentes”.
Demasiado había sufrido ya Cattleya. En la escuela cuando vestía como niño fue discriminado y acosado por sus gustos femeninos, hasta tuvo por eso ideas suicidas. 
El número de suicidios entre las personas tránsgenero durante su adolescencia es de un 30% más alto con respecto a otros de su edad. Se trata de un momento vital en el que se producen muchos cambios físicos, emocionales y mentales orientados a que la persona encuentre su propia identidad.
Isabel dice que ahora su hija está en otra escuela y viste como lo que quiere ser: una niña. Es feliz.
Ella y Cattleya viajaron el mes anterior a Chile, donde conocieron a Selenna, la misma que dijo en una entrevista hace poco: “Soy Selenna, tengo ocho años, tengo tres hermanos. Me gusta jugar con mi hermana y soy una niña trans”. Cattleya la acompañó dos días a su escuela y comprobó que su nueva amiga era aceptada por los demás compañeros.
 
Viaje y pregunta. Cattleya le hizo luego una pregunta a su madre:
“Mamá, ¿en Ecuador qué saben de la niñez trans?”
“No mucho”.
“Entonces mamá, por qué no nos venimos a vivir a Chile”.
Isabel le dijo que no era posible porque tiene la familia, una vida hecha en Manta.
Cattleya y Selenna se volverán a encontrar en enero, cuando la niña chilena llegue a Manta con su madre Evelyn Silva, quien además dirige una fundación conformada por 30 familias con hijos transgéneros.
Isabel tiene un plan trazado para que su hija sea respetada en la sociedad tal como quiere ser. Para aquello seguirá el ejemplo de Selenna.
Los compañeros de la nueva escuela de Cattleya no saben que nació como hombre,  ella se considera niña y viste como tal.
Evelyn impartirá un taller a los padres de familia y a los profesores de este plantel para que conozcan sobre la transexualidad en los niños y luego éstos conversen el tema con sus hijos. Es lo que se llama en psicología “sensibilización”. 
Isabel espera que en algún momento ocurra lo que pasó con su otro hijo de 11 años. Estaba jugando con un vecino del barrio en el portal de la casa y el amigo le preguntó dónde está su otro hermano, el más pequeño, porque tenía tiempo que no lo veía. Ahora a quien ve es a una niña.
“Mira, te voy a explicar. ¿Tú sabes lo que significa LGBTI? En el mundo hay lesbianas, gay y transexuales. Mi hermana es una niña trans.  Mi hermana nació y se sintió siempre como una niña”. 
“Ah de verdad, no lo sabía”.
Y luego siguieron jugando porque, como dice Isabel, los niños, a diferencia de los adultos, tienen menos prejuicios.
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