Usted dice que hay buenas señales por parte del presidente Moreno en el discurso y gestos, pero que siguen siendo cosas mínimas en función de los problemas de fondo. ¿A qué se refiere?
Son secundarias, no mínimas. Desde el discurso inaugural, privilegiar coincidencias sobre diferencias, abre caminos pero no los recorre. Hay múltiples ejemplos más. Lo grave es que la crisis no permite avances tan lentos y moderados.
¿Entonces, qué serían acciones concretas de cambio?
Las he dicho, sobre todo en lo económico: medidas urgentes posibles como eliminar el anticipo de Impuesto a la Renta, derogar la Ley de Plusvalía, bajar un punto del Impuesto a la Salida de Capitales hasta llegar a ser un año y, enseguida, un programa de recuperación económica con aval del FMI que permita reestructurar y refinanciar la deuda.
Usted sostiene que en lo económico se pierde tiempo valioso. ¿Por qué?
Llevan cincuenta y dos días ocultando las cifras de la economía, sin lo cual todos los otros paños tibios ni siquiera producen alivio. Y el deterioro es insoportable para quienes no tienen sueldo fijo en lo público o privado, especialmente.
El presidente Moreno dice que para odiar no cuenten con él. Surgen dos preguntas. Primero: ¿hay realmente una diferencia de forma y fondo con el expresidente Correa y sus seguidores?
Hay una variación, no un cambio. Pero la tiranía anterior fue tan asfixiante que esto parece democracia y libertad, cuando solo es moderación y reconocimiento de derechos básicos, un deber del mandatario y no un mérito en él como parece. Otro estilo y otro fondo son innegables, pero dentro del mismo modelo y sin desmontar el totalitarismo, que es lo grave. Pero eso no cabe esperar del Gobierno; es tarea y deber de nosotros, la oposición o simplemente de los ciudadanos demócratas.
Segundo: ¿cómo entender que casi a la misma hora que el mandatario dice eso los seguidores del vicepresidente de su Gobierno agredan a César Montúfar y otras personas en una audiencia de Jorge Glas en la fiscalía? ¿No le parece que es contradictorio, o por lo menos manda una señal de que entre el discurso y la práctica hay una distancia?
Las turbas agresoras son de Glas y Correa, no de Moreno, aunque él presida su partido.
Pero la policía que lo permite sí depende de él y su Ministro del Interior también, ambos leales a su antecesor. Eso ilustra el dilema de Lenín Moreno: o los alinea o lo devoran. Está llamado a hacer lo que ofreció, presidente de todos y para todos, no solo de AP, o pasará a la historia como lo que fue hasta posesionarse: un sometido.
¿Y en justicia y libertades, especialmente libertad de expresión, hay concreciones importantes?
En libertad de expresión es donde más apertura existe, pero no podemos estar sujetos a la tolerancia de Lenín Moreno sin reformar la intolerancia de la Ley de Comunicación. El ambiente de alivio que se respira es alienante si no da paso a la independencia de la justicia como norma y no como excepción y la vigencia de las libertades como derecho y no como graciosa concesión del mandatario.