Su oficio lo desarrolla en las calles de Santa María, zona de La Manga del Cura, de El Carmen.
A pesar de ser oriundo del cantón Pichincha, llegó a El Carmen cuando apenas era un adolescente.
Los motivos que lo llevaron a Santa María fueron religiosos.
Francisco pertenece a los Testigos de Jehová y fue a predicar la Palabra de Dios a Santa María y a dar apoyo a un salón que habían levantado en el lugar.
Visitó tanto Santa María que terminó encantado de su territorio y su gente.
“Le propuse a mi esposa irnos a vivir al sector, y encantada aceptó”, dice mientras ríe.
En sus inicios en Santa María, Francisco se dedicaba a la agricultura, especialmente al sembrío de ciclo corto.
Esta labor la hacía en tierras arrendadas, y cuando hubo la convertibilidad de la moneda de sucre a dólar en el año 2000, tuvo que abandonarla porque los insumos y arrendar un terreno se volvieron demasiado caros, recuerda.
Fue entonces cuando decidió emprender su pequeño negocio.
En su triciclo, Francisco aprovecha el espacio que éste le permite. En un recipiente ubica jugo de coco y en el otro come y bebe, “el que no quiere lo uno, quiere lo otro”, expresa.
Trabajo. Las jornadas de este hombre comienzan muy temprano con la preparación del jugo de coco.
Explica que el agua con la que prepara las bebidas debe ser bien hervida, “la higiene ante todo”, resalta.
Cuando ha preparado las bebidas comienza su caminar empujando su coche, y buscando dónde está la mayor cantidad de público para ofrecer.
En los campeonatos deportivos es donde mejor le va, afirma.
Francisco procreó ocho hijos con su esposa, Aurelia Valencia; y entre la religión, la agricultura y las bebidas que ofrece los ha sacado adelante, señala.
Las personas que adquieren sus productos resaltan el buen sabor de estos, y más aún si las bebidas llegan en el momento preciso, es decir, cuando el sol está en todo su esplendor, “pues un buen jugo de coco no cae mal”, indica.