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Carlina Edith Vélez Villavicencio
Las mujeres del desarrollo infantil

¿A qué mujeres se refiere?, me pregunta el taxista que me conduce hacia el coliseo de la Unidad Educativa Cristo Rey, espacio concedido para la ceremonia de graduación de 182 personas de la Primera Promoción de la Carrera de Tecnología Superior en Desarrollo Infantil Integral, en la que se incorporaron el 30 de mayo de este año 179 mujeres de esta carrera de nivel superior, que se ejecuta en convenio entre el MIES, la SENESCYT y el Instituto Tecnológico Superior Paulo Emilio Macías.

Sábado 10 Junio 2017 | 04:00

Esto como parte de la política pública en materia de educación superior de brindar profesionalización a las personas, en su mayoría mujeres que se han dedicado al cuidado y educación a niños de 0 a 3 años en el sector, especialmente rural y urbano marginal manabita; mujeres que por muchas décadas fueron minimizadas por su labor y han estado históricamente excluidas del acceso a la educación superior. 
El desarrollo infantil es una política vigente, que según reportes oficiales es uno de  los logros del Ecuador en esta década, con una importante inversión pública que aseguró que más de 500.000 niños sean beneficiados de los Centros Infantiles del Buen Vivir (CIBV) y del programa Creciendo con Nuestros Hijos (CNH). 
Pero este espacio no pretende reiterar las  estadísticas que miden el impacto de la gestión gubernamental, que siendo innegable el salto social dado es necesario que la sociedad exhorte un reconocimiento a la perseverancia, sacrificio y beneficio que constituye para una familia manabita que la mujer, madre, esposa y muchas de ellas el único sustento para sus hijos, logre profesionalizarse, prometiendo cambios educativos y sociales significativos para ellas mismas; para su comunidad y el país. 
¿Por qué hacerlo, si todos podemos alcanzar las metas que soñamos? No es así. Merece un análisis y ser sensibles ante las brechas de desigualdad social y de género que han superado las mujeres a quienes dedico estas líneas, pues son las heroínas anónimas de una sociedad que aún tiene deudas pendientes para la igualdad y calidad de vida de nuestras mujeres. Son cuidadoras de sus hijos y de los hijos de otros con la vocación y la nobleza de espíritu para amar su tarea brindando un servicio de alta exigencia científica y pedagógica; innovando con sus manos recursos idóneos para favorecer el desarrollo de la infancia. 
Ante la incredulidad social por tener una edad en la que “ya se está muy vieja para estudiar”, “se pierde el tiempo”, “se descuida los hijos”, “se va a vagar”, haciendo muchos esfuerzos por financiar sus estudios, cuidar su  trabajo, la propia salud, la de su familia y culminar con éxito su carrera. ¡Salud tecnólogas! Su ejemplo reivindica la educación de la mujer y sus derechos. 
 
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