“Prefería recordarla como esa mujer gritona, mal hablada a veces y solidaria en otras ocasiones.
Mi abuela tiene 90 años y está gravemente enferma. Toda la familia la había visitado, menos yo. En el fondo, no quería ir. Me resistía. Prefería recordarla como esa mujer gritona, mal hablada a veces y solidaria en otras ocasiones. Mi abuela es una mujer de memoria prodigiosa. Recuerda lo que se le olvida a la mayoría y, aún ahora en cama, con dolores en todo su cuerpo, puede contar versos que aprendió de niña cuando vivía en el campo. Mi abuela tuvo una vez una chancha a la que le puso de nombre “Chiquita”. La llamaba con voz potente, y la cerda, que paseaba por el barrio cuando no había control a los animales, corría hasta donde estaba su dueña como una sumisa mascota. El sábado fui a ver a mi abuela. Acurrucada en la cama se veía indefensa, nada que ver con la mujer fuerte y encaradora del pasado.