Pablo sabía que iba a morir. Lo había anunciado varias veces. Pero un día no dijo nada y simplemente se mató.
La noche del 8 de enero, unas horas antes de que encontraran el cadáver en la sala de su casa, una de sus hermanas lo vio asomado en la ventana. Estaba pensativo. Tenía el rostro desencajado, llevaba en su mirada la misma tristeza de la última semana.
Había bebido durante todo el día, y la noche anterior también. Y la otra noche y ocho noches más. Su otra hermana, la mayor, dice que ya lo había visto triste y desconsolado. Solo pasaba tomando porque su matrimonio había fracasado, cuenta. Salía en el día y en las noches llegaba borracho. Y volvía a llorar. Se encerraba en su casa. Gritaba el nombre de sus hijos, invocaba a su esposa. Le decía a sus hermanos que en esa casa no podía vivir porque no tenía a su familia.
Por esos días lo vieron borracho, asomado en la ventana. Lo escucharon llorar y gritar el nombre de sus hijos hasta las tres de la mañana. Ya el lunes, cuando el reloj marcaba las seis de la mañana, su exesposa lo encontró ahorcado. Su cuerpo estaba colgando desde una viga. Nadie, ningún vecino o familiar lo escuchó decir la noche anterior que iba a matarse. No esta vez. Solo lo hizo, y pasó a ser parte de las veinte personas que se quitaron la vida en los últimos tres meses en Manta.
Cada año, pero más en diciembre y enero, los suicidios incrementan en la ciudad. Los especialistas dicen que la época navideña o el inicio de un nuevo año aumenta la aparición de trastornos depresivos por factores familiares, anímicos y emocionales.
Pero el suicidio no es un acto aislado. En Túnez, un país del norte de África, lo hacen como protesta contra la política, y en España la tasa de suicidio aumentó desde el 2010 debido a la crisis y cada día mueren al menos 10 personas.
Y aunque a nivel mundial la tasa de muertes por esta causa es de 11,4 por cada 100 mil habitantes, Ecuador registra una tasa de 8,9 por cada 100 mil personas, es decir, está por debajo de la media mundial.
Pero hay un grupo de profesionales que día a día tratan de arrebatarle las ideas suicidas a la gente: los psicólogos. Ellos creen que los suicidios en estos meses son un fenómeno repetitivo, aunque el año pasado se presentaron más casos de depresión.
La psicóloga Isabel Figueroa, quien trabaja en el Patronato Municipal, comenta que en el 2016 atendió a 30 pacientes con depresión, seis con ideas suicidas y 10 adolescentes que habían recurrido al cutting (cortarse la piel con una navaja).
La gente, detalla la profesional, quiere matarse por muchas razones: problemas familiares, rupturas amorosas o depresión. Hay otros que se quitan la vida por problemas con el alcohol, drogas, bipolaridad, esquizofrenia.
En Manta, por ejemplo, la tendencia suicida ronda a los adolescentes de entre 14 a 16 años y a los adultos de 36 a 40 años. Ellos son pacientes frecuentes en el consultorio de Figueroa.
Aunque los que más se quitan la vida son los hombres, afirma.
La psicóloga tiene una explicación para aquello. “Son más débiles emocionalmente. Se les hace difícil superar la ruptura de una relación o le tienen miedo a la soledad o a verse expuestos”, indica. Ella asegura que las mujeres tienen una mejor visión para superar la separación de su pareja.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), cada año en el mundo hay un promedio de ocho de cada 100.000 mujeres que deciden quitarse la vida, mientras que la tasa de hombres llega a casi el doble: 15 por cada 100.000 habitantes. Pero son Europa y América los continentes en los que la diferencia entre la tasa de suicidio masculina y la femenina es más amplia.
En Europa se suicidan 4,9 mujeres de cada 100.000 habitantes y 20 hombres, más del cuádruple. Y en América lo hacen 2,7 mujeres y 9,8 hombres.
Causas en hombres. Muchos psicólogos, como Esteban Arboleda, indican que la perfección, autosuficiencia, fortaleza y el éxito son reglas del comportamiento masculino.
Los varones, dice, no se permiten mostrar debilidad física o emocional y subestiman la depresión y la soledad, por eso no buscan ayuda psicológica. Cuando ya es demasiado tarde apelan al suicidio.
“En otras palabras, los hombres no resisten fallar, ni perder”, explica.
Generalmente, una persona con ideas suicidas recibe un tratamiento de tres a seis meses con los psicólogos; otros visitan, durante el mismo tiempo, pero cada ocho días al psiquiatra.
“En la mayoría de los casos terminamos ganando, en otros no”, expresa.
Cuando esto no sucede. Cuando los psicólogos pierden la batalla frente a la muerte, entran en acción los forenses. Ellos buscan determinar las circunstancias del suicidio, porque hay casos en los que la situación no está clara y nace la duda, ¿se mató o lo mataron?
Gabriel Díaz es un médico forense que lleva más de 14 años estableciendo las circunstancias del fallecimiento de las personas. Él comenta que hay varias razones, en el caso de los suicidios, para determinar que algo no está bien, que el sujeto no se mató. Por ejemplo, explica el galeno, es típico que el suicida deje una nota despidiéndose de su familia y pidiendo perdón, pero en ocasiones no la hay y ahí nace una duda.
Hay otras personas que aparentemente no tienen motivos para matarse, pero terminan haciéndolo, eso también levanta sospechas.
“Esto es importante, porque si el forense dice que se suicidó la Fiscalía no avanza en investigar, pero si digo que hay sospechas de muerte violenta tipo homicidio ya se impulsa una indagación para dar con el culpable. Una palabra puede cambiar todo”, expresa.
Los forenses, que tienen la experiencia de Díaz, ya han visto algunos de esos casos, por eso identifican rápidamente cuando se quiere hacer pasar un homicidio por suicidio. Una de aquellas es la marca que se forma en el cuello de quienes se ahorcan. El surco, generalmente, va de adelante hacia atrás y forma un triángulo en la nuca que depende de dónde se encuentre el nudo. Cuando alguien es asesinado por estrangulamiento el surco es horizontal. Algo similar sucede con las personas que se cortan el cuello y aquellos que se lo cortan en un acto de violencia, las marcas del cuchillo son diferentes, agrega Díaz.
Intentos que fracasan. Pero intentar uno de estos métodos suicidas no siempre asegura la muerte. Hay quienes toman veneno, pastillas o se cortan las venas, pero no fallecen. Algunos de estos casos los recibe la psicóloga Isabel Figueroa en el Patronato Municipal. Se trata de adolescentes que recurren al cutting, se cortan en el brazo con una navaja y hoja de afeitar, pero no pasa a mayores.
Un estudio realizado en América Latina determina que por lo general las mujeres se intoxican o se ahorcan, mientras los hombres emplean armas de fuego, se tiran al vacío o a un vehículo en movimiento. Las razones para explicar este comportamiento giran en torno a que las mujeres no tienen acceso fácil a las armas de fuego, y a que los hombres optan por formas más violentas para morir.
El domingo 8 de enero, un día antes de que Pablo se quitara la vida, otra persona decidió hacer lo mismo. También era un hombre, 42 años aproximadamente.
La Fiscalía dice que cuando se confirma la muerte por suicidio se cierran las investigaciones de forma inmediata. Aquello sucedió en este caso. Le entregaron el cuerpo a la familia y lo velaron por un día. En la casa del fallecido todos presumían, pero nadie hablaba de las razones exactas por las que tomó la decisión. Horas antes que lo sepultaran, una de sus hijas dijo: “No quiero que hablen de eso, sus razones debió tener”. Nadie en la vivienda dijo nada.
Es que al final el suicidio es un acto donde alguien decide morir en soledad, para no tener que rendir cuentas.