Defender la economía local a través del consumo de lo local, podría ser la bandera de los tiempos por venir. Trump la ha recogido y parece sostenerla firme. Y no para de sorprender, no solo porque su victoria parecía imposible para más de medio mundo -me incluyo entre los que no creían en su triunfo- sino también por sus principios.
Quién podría pensar que un hombre de negocios criado en una sociedad pro-empresa, que ha basado su crecimiento en la educación de su gente, en el respeto al derecho y obviamente a los acuerdos y tratados libremente contraídos, en la promoción a ultranza del emprendimiento, la investigación y el comercio, hoy, aún antes de su posesión como Presidente de la nación con el mayor poderío económico y militar del mundo, detenga públicamente una inversión de la fábrica de automóviles Ford en México, amenace con impuestos a la importación de un modelo de Chevrolet desde ese pais y del mismo modo lo haga a la Toyota. Su justificación: defender el empleo en su país, es decir, evitar que con dinero de empresas estadounidenses se cree trabajo en otros países cuando se lo puede generar internamente.
Esta posición, para muchos es propia de años pasados, de épocas ya superadas por la globalización, por la amplitud de los mercados, por la tecnología y por la velocidad con que se realizan los negocios en el mundo de hoy. Sin embargo, no es que de nada valdrá toda la tecnología creada hasta ahora y la que se desarrolle en el futuro ni todo el progreso que el género humano ha podido alcanzar, pero lo cierto es que si no va acompañado de la generación de empleo, es cuestionable y hay que moldearla o adaptarla para que lo produzca.
El desarrollo científico nos hace la vida más fácil, sin la menor duda, y nos coloca muy de cerca las soluciones a complejos problemas, pero no puede alejarnos de la creación de empleos. Así mismo, el crecimiento del mundo de los negocios, por vasto y amplio que sea, no puede generar pobreza, ni desempleo ni crisis. Y esto, por lo que ha dicho y por sus acciones es el temor del nuevo Presidente de USA. A combatir esta posibilidad, entonces, estará encaminada su tarea como gobernante
Por tanto, el mensaje de Trump parece estar más claro que nunca: hacer lo que haya que hacer para que la globalización no afecte el trabajo en su país y consiguientemente el bienestar de sus habitantes. Esto no me parece nada raro. Es que si traemos este principio a nuestra realidad, lo más importante para nuestras ciudades es desarrollar la economía local porque genera trabajo en la provincia y los recursos se quedan aquí. Lo raro, en el caso de Trump, es hacerlo violando tratados.
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