Lleva cuatro años en esta labor, guiada y supervisada por su maestro Javier Villamarín, propietario del negocio, donde los hierros oxidados y retorcidos toman forma y “salen como nuevos”. 

Villamarín recuerda que cuando instaló su local, hace 30 años, la calle Camilo Ponce era estrecha, llena de maleza y polvo. 

Sin embargo, hace más de ocho años la historia cambio con el asfaltado. 

“Nos olvidamos de la contaminación, pero llegó un nuevo problema: el exceso de velocidad”, refiere.

 

Corren. Ricardo Calderón, morador del sector, dice que el exceso de velocidad por poco cobra la vida de una menor de edad.

“La niña sufrió golpes leves, todo por la imprudencia de conductores irresponsables”, enfatiza Calderón mientras señala un tramo de la vía donde pide que se construya un muro.

En la urbanización Los Laureles habitan cerca de 120 familias, entre ellos niños y estudiantes de las unidades educativas Medardo Alfaro y Santo Domingo.

María Rojas, vende helados y asegura que los estudiantes son sus fieles clientes.

La mujer indica que cada vez que un carro circula a exceso de velocidad ruega para que no pase nada.   

“Hay que prevenir antes que lamentar”, comenta Rojas.