Una vez escuché una pésima lección de periodismo. Un reportero me dijo que cuando había una noticia polémica se lavaba las manos para quedar bien con todas las partes. A la hora de publicar la información, le daba lo mismo saber que una parte le estaba mintiendo descaradamente y que la otra sí tenía la razón. Ese reportero publicaba la noticia bajo el manto de la objetividad (actitud imparcial en los juicios, opiniones y sentimientos, como dice el diccionario). Le dije que con ese tipo de periodismo estaba quedando bien con una parte y siendo injusto con la otra. Que no se trataba de que actuara como abogado del que tenía la razón, pero sí que pusiera en evidencia las contradicciones del que mentía, y así el lector iba a tener una información más honesta. La respuesta del reportero fue cínica: “No quiero problemas, porque después no podré encontrar trabajo en la función pública”. Su sueño se cumplió. Lleva 10 años trabajando en un municipio. El periodismo se libró afortunadamente de ese reportero.